Las niñas, niños y adolescentes son maestros de la esperanza

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Para la investigadora Gabriela Sánchez, la experiencia del trabajo en centros de asistencia social le ha dado a ella y a su equipo de investigadores junior la posibilidad de encontrar nuevas formas de resistir ante el contexto de violencia nacional.

¿Cómo es la vida de un niño en México que comienza a consumir drogas a los seis años? ¿Qué ideas o sueños tiene del futuro? ¿Cuál es su perspectiva del mundo, del espacio que habita y de las personas que lo rodean? ¿Qué pasa cuando en su ciudad no hay atención suficiente para él y las instituciones deciden mudarlo a cientos de kilómetros?

Estas fueron algunas preguntas que surgieron en Gabriela Sánchez, investigadora del ITESO, cuando conoció el caso de Lalo. Él es un niño de ocho años, habitante de un vecindario con altos niveles de violencia que, debido a la falta de servicios de atención especializados en infancias, fue trasladado por el DIF de Monterrey a Guadalajara para recibir tratamiento en un Centro de Asistencia Social.

La investigadora conoció a Lalo durante su estancia posdoctoral en el CIESAS Noreste (Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social). Ella se inspiró en su caso para cuestionarse sobre los desafíos que enfrentan estas niñeces y adolescencias, pero también le hizo reflexionar sobre los problemas que deben resolver los centros dedicados a la protección de niñas, niños y adolescentes que viven en contextos de violencia crónica, en donde el consumo y el tráfico de sustancias es frecuente.

«Yo quise entender cómo era la vida para ellos, cuáles eran las posibilidades y cómo habitaban el mundo. Cuando llegué al primer Centro de Asistencia Social me di cuenta de que había muchos niños como Lalo», comparte la investigadora y hoy profesora del ITESO.

En el marco de la investigación, reconoció la necesidad de formar a psicólogos para estudiar estos casos, por eso diseñó un proyecto dirigido a la formación temprana de estudiantes de psicología para la atención psicosocial de niñeces y adolescencias vulneradas por la violencia. La investigadora reconoce que su trayectoria académica estuvo fuertemente influenciada por experiencias tempranas en investigación, motivo por el que planteó una propuesta en donde pudiera integrar a estudiantes.

El trabajo y la experiencia previa se reflejaron en el actual proyecto de investigación: «Diagnóstico exploratorio y colaborativo con centros de atención para niñas, niños y adolescentes que viven las consecuencias de la violencia crónica». El proyecto fue impulsado en 2022 por el Fondo de Apoyo a la Investigación y está bajo la coordinación de la investigadora Gabriela Sánchez López, adscrita al Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO.

En colaboración con más académicos de la universidad y con la participación voluntaria de cinco estudiantes y de dos egresadas de la Licenciatura en Psicología, la investigación tiene presencia en siete Centros de Asistencia Social en Jalisco.

Gabriela Sánchez y su equipo trabajan a través de un diseño mixto y una metodología de investigación-acción participativa, cuya clave es la colaboración colectiva entre investigadores y actores sociales. «Una metodología participativa es y siempre será una metodología en donde todas las partes se ven involucradas. Implica ser sumamente flexible a lo que ellas y ellos propongan como forma de recuperar el conocimiento», puntualiza la profesora, quien recalca que el involucramiento de jóvenes estudiantes y egresadas ha sido fundamental para el desarrollo de la investigación.

Los estudiantes activos son Ana Cristina Skinfield, Michelle Mir, Mónica Rojas, María de los Ángeles Téllez y Roberto Rodríguez; las egresadas son Sofía Rodríguez y Mónica Vargas. «Si los objetivos se han podido lograr, es gracias a ellos», afirma la investigadora, a quien sus alumnas la llaman de cariño Gabina. Además, durante este verano se realizará la aplicación de un cuestionario que integrará a 20 estudiantes más que recibirán, entre otros apoyos, capacitación para intervención en crisis.

En entrevista para Saber ITESO, también conversamos con tres de las estudiantes participantes para conocer sus experiencias, aprendizajes y desafíos. Dos de ellas están dadas de alta como becarias de investigación y una es egresada.

De izquierda a derecha aparecen: Roberto Rodríguez, Sophia Rodríguez, Gabriela Sánchez, Michelle Mir y Ana Cristina Skinfield.

Investigadoras en formación

Sophia Villegas es recién egresada de Psicología, durante sus años universitarios trabajó como voluntaria del proyecto; actualmente continúa como voluntaria. Dentro de sus labores, ella se encarga de la sistematización de información, diseño y elaboración de cuestionarios y transcripción de entrevistas. En sus palabras, el trabajo como investigadora junior ha reforzado sus habilidades profesionales: «El ver la magnitud de lo que es una investigación se ha sentido muy real en comparación con la parte teórica que tenemos en la carrera. Esta experiencia me ha ayudado a entender el contexto actual de México y de una gran parte de la población del país». La joven egresada narra que la investigación la ha llevado a superar uno de sus mayores conflictos: sentirse capaz. «Fue un reto muy personal. Me di cuenta de que Gabina no me veía como egresada sino como una colaboradora. Ahí supe que si ella me veía capaz es porque lo soy», comparte Sophia.

En consonancia con lo que expresa Sophia, la profesora Gabriela Sánchez reitera que uno de sus compromisos como investigadora es abrir espacios para que nuevas generaciones ejerzan la investigación de manera segura y acompañada: «Con este proyecto hemos hecho un lugar seguro para explorar la realidad social, para entender de qué modo las perspectivas de vida y las experiencias de las personas con quienes trabajamos nos trasforman».

Por su parte, la estudiante de cuarto semestre, Ana Cristina Skinfield, comparte que actualmente participa en otro proyecto en centros de asistencia social. Su experiencia previa la impulsó a formar parte de esta investigación y a ser testigo de otras realidades, cuyos distintos tipos de violencia social atraviesan la vida de los participantes del estudio.

Para Ana Cristina, uno de los desafíos más significativos ha sido su apertura a realidades que antes le eran ajenas: «Hoy me vinculo con ellos de forma diferente. He desarrollado una sensibilidad que ahora considero como un superpoder que me ha permitido conectar y conmoverme con ellas y ellos», detalla la estudiante de Psicología. También asegura que este proyecto ha reforzado sus habilidades para participar y trabajar en equipo, además de reflexionar sobre las condiciones de vida en las que viven muchos niños, niñas y adolescentes que han sido violentados y vulnerados: «Yo siento que la psicología es encontrarme y reconocerme en el otro, es encontrarnos mutuamente y encaminarnos hacia un cambio», nos detalla.

Durante el desarrollo de la investigación, se le ha cuestionado a la investigadora Gabriela Sánchez que haya involucrado a estudiantes de primeros semestres en escenarios sociales tan complejos: «Me han dicho que mis alumnos están muy chicos para temas tan complicados, pero yo les digo ‘bueno, también las niñas y los niños con quienes estamos trabajando están muy chiquitos para un mundo tan complicado’», nos comparte.

En relación con esto, Michelle Trejo, estudiante de sexto semestre, asegura que esta experiencia ha afianzado su elección de carrera profesional: «Ponerle el rostro a tanta violencia que se vive y profundizar en ello ha sido una experiencia muy enriquecedora y me ha rectificado lo que quiero hacer en mi vida». Michelle señala que la psicología a veces se puede volver un poco fría, pero al combinarla con la antropología en el ejercicio de la investigación se mantiene la calidez humana. Asegura que con este proyecto aprendió a plantear preguntas, a comprender el diseño que implica una investigación y a complementar lo cualitativo con lo cuantitativo. Comenta que, sin lugar a dudas, buscará dedicarse a la investigación en un futuro.

«Somos sobrevivientes». Foto: Mónica Vargas.

Maestros de la esperanza

El proyecto se ubica en una segunda fase de acción en la que se trabaja a partir de etnografías y talleres. Uno de los talleres está compuesto por una veintena de niñas y adolescentes, cuya edad promedio es de 15 años. En él se ha implementado la herramienta de creación de personaje en esencia real, a través de la cual las chicas han contado sus historias de vida representadas por personajes que ellas mismas han dado forma, color y fondo. En sus dibujos y relatos hay rastros de sus vivencias pasadas y presentes, muchas de estas compartidas por todas ellas.

«Una de las cosas que me han sorprendido es la identificación con los feminismos en las niñas. Es interesante ver en estas nuevas generaciones cómo encuentran una sociabilidad afectiva de su dolor ocasionado por la violencia crónica», explica Gabriela, quien considera este aspecto como uno de los hallazgos clave de su investigación.

Uno de los propósitos de la investigación es que las historias contadas no se queden únicamente dentro de los espacios de escucha, sino que al sistematizarlos se reconozcan como una contribución única e invaluable en la construcción de la realidad actual: «Se trata de entender cómo sus historias nos amplían la perspectiva de lo que está pasando. Los documentos que ellas produzcan de manera colaborativa son documentos históricos».

Para la investigadora Gabriela, trabajar con grupos de niñas, niños y adolescentes le ha dado a ella y a su equipo la posibilidad de imaginar nuevas formas de resistir, de vivir, de seguir, de continuar, de habitar el presente. «Ellas y ellos son los maestros de la esperanza», afirma la investigadora.