Al formar parte de la comunidad universitaria del ITESO sabemos que la pregunta por la educación implica también cuestionarnos por la comunidad y por la persona. ¿No conllevaría, entonces, a preguntarnos por la innovación académica, y en esta la innovación en los procesos de aprendizaje y en lo que concebimos como comunidad y persona?
Desde esta perspectiva sería importante buscar las preguntas que nos lleven a un reposicionamiento, que nos ayude a observarnos y «re-flexionarnos», tanto en el contexto educativo, social, profesional y personal. El propósito de esto no sería ir en pos de una respuesta, que nos dé la certeza sobre la innovación, sino que la finalidad sería contar con la posibilidad de abrirnos el panorama, colocándonos en un terreno fértil de preguntas que nos descoloquen, que nos saquen de la zona de confort y, entonces sí, situados en un nuevo terreno, podamos buscar los caminos que nos abran las puertas hacia la mejora de nuestros roles como personas y en nuestras tareas educativas, académicas, administrativas o institucionales.
En el camino de esta búsqueda exploramos hoy la idea de caos. Nos preguntamos por lo humano desde este término y, a partir de las preguntas y descubrimientos que surgen, se propone un acercamiento distinto hacia la innovación, exploración y experimentación en nuestras tareas diarias.
La idea de caos es tan antigua como la humanidad misma, nos ha acompañado desde el nacimiento de las primeras civilizaciones. Esta idea ha ido evolucionando según el avance religioso, cultural, político, social y científico de nuestras civilizaciones, comenzando desde una base fundante de los ciclos vitales para la subsistencia de los primeros pueblos, pasando por la búsqueda de una mayor organización socio-político-religiosa desde una fundación del origen de la existencia, hasta convertirse en una teoría científica que intenta abordar el estudio de la impredecibilidad de los sistemas naturales, climáticos, económicos y sociales.
Pero esta visión del caos que ha llegado hasta nuestros días deviene de una herencia dicotómica, de orden/desorden, que escinde lo humano y lo funda en la diferencia, lo despoja de su verdadero potencial relegándolo como súbdito de un poder superior. ¿Cómo entonces buscar un acercamiento diferente? Para esto nos podemos valer de las pistas que nos deja Nietzsche en sus estudios y abordajes sobre Dionisos, dios del panteón olímpico tardío, el cual representa la unión de lo humano con lo divino y lo animal, a la muerte como parte integral de la vida, no como destino final sino como proceso continuo y guía del andar humano, un dios joven y a veces infante, dios de la fiesta, del vino, dios apasionado, desenfrenado, dios de voluntad pura y cuyos ritos místicos involucraban la experiencia y práctica vívida, directa de los participantes, no es necesario que alguien interceda o interprete, el dios habla directamente con la persona a través de su vivencia. Es el dios, pues, que invita, pide que el humano muera a las leyes y al orden, para poder reencontrarse con sus potencialidades y reafirmar su andar en la vida.
A partir de estas pistas del caos, ¿podemos considerar la hipótesis de Dionisos como la figura heredera de aquella concentración de potencialidades del existir? Y si es así, ¿cómo esto nos puede ayudar a darle una vuelta de página al cómo y desde dónde preguntarnos por la innovación?
Al seguir el trabajo de Nietzsche, se puede observar una maduración de su pensamiento, hasta llegar a las ideas del Ultra-hombre y la voluntad de poder, las cuales, desde la interpretación de nuestra hipótesis, representarían no ideas divisorias, sino ideas que regresan al humano el poder y la consciencia sobre sí mismo, que le fue arrebatado con la evolución de nuestra civilización actual y, por lo tanto, cristalizan en el ser humano ese potencial de creación y transformación del caos antiguo.
Dar lugar a la idea de lo humano como una estructura abierta e incompleta, en constante muerte y reconstrucción o resignificación, quitaría el temor y la angustia de perderse a sí mismo ante el cambio. Aquello que hoy se ve como lo otro, lo ajeno, lo diferente, dejarían de ser amenazas para convertirse en el combustible de las potencialidades de toda idea, de toda acción, de todo plan o proyecto. La idea de caos entonces sería el SER, un ser que tiende a más, un ser que se expande, un ser que se abre, que se rompe, un ser que se transforma, que cambia, un ser que trasciende al Yo y abre la posibilidad de ser más por y con los otros, que trascienda también la idea de la identidad individualizante, separada de la comunidad, de la familia, de la sociedad.
¿Cuál sería entonces la tarea como universidad, docentes o estudiantes a partir de esta idea diferente de caos?
La tarea primordial sería instalar la búsqueda de preguntas, trascendiendo aquellas que nos llevan a la incorporación de lo otro a nuestras estructuras, o peor, el adaptarnos a las estructuras de otros. La invitación es provocar aquellas preguntas que nos lleven a replantearnos el cómo nos relacionamos con otras potencialidades, que a su vez nos abren más y aumentan nuestras propias potencialidades, nos hacen más y, por lo tanto, tenemos mayor capacidad de dar más a nuestra sociedad y al mundo.
La propuesta de este escrito, al final, es la de buscar la innovación, exploración y experimentación, desde un atreverse a cambiar la perspectiva. De salir de nuestro terreno firme y buscar dentro del temor de lo nuevo, aquello que nos permita diversificar nuestras tareas al arriesgarnos a pensar en cómo podemos habilitarnos y coadyuvar para que nuestros compañeros y compañeras, independientemente de su rol en la universidad, puedan abrirse a buscar preguntas en vez de respuestas, a aumentar las posibilidades de cada uno y todo lo que nos rodea, permitiéndoles ser, ser más, buscar más, preguntarse más. Esto permitirá que se muevan las situaciones, las personas y que, tal vez, otras instituciones o estructuras sociales se integren más al proceso formativo.