La habitación de Lucas Henquín está llena de maquetas de distintos tamaños, pequeños prototipos de las estructuras que actualmente se encuentran frente a las canchas de futbol del campus y que fueron los modelos iniciales de su proyecto sobre sistemas estructurales de bambú; recientemente ganador del Fondo de Apoyo a la Investigación (FAI).
Lucas es alumno de la maestría en Proyectos y Edificación Sustentables. Por su formación como arquitecto, anteriormente trabajó como proyectista y desarrollador para reconocidos despachos en Colombia, donde empezó a concebir la arquitectura desde la sustentabilidad.
Durante este tiempo trabajó con bambú guadua (conocido como cañazas o tacuaras), en el que encontró que la planta comparte propiedades con el acero, destacándose por sus bajos costos de cultivo y una alta captura de dióxido de carbono. «Puedes tener hasta dos cosechas por año y, en términos mecánicos si lo usas como material estructural es muy liviano, aunque tiene una resistencia altísima. Es considerado el acero natural», resalta el estudiante argentino.
Lucas lleva año y medio desarrollando este proyecto como parte de su Trabajo de Obtención de Grado (TOG) para la maestría. Su intención es que los resultados sean de beneficio para comunidades rurales, por lo que se ha puesto en contacto con varias poblaciones de Jalisco como El Limón, Cosalá y Chiquilistlán. Los recursos recibidos del FAI se destinarán a la construcción de la gran estructura final, una estructura de techo para un invernadero en Chiquilistlán, y del último gran prototipo que se hará en ITESO antes de terminar el año.
Comprender la sustentabilidad
En los últimos años, el término ha sido definido y puesto a discusión desde diversas perspectivas, sin embargo, para Lucas es crucial recalcar que la sustentabilidad siempre involucra varias dimensiones. «La gente piensa que sustentabilidad es lo mismo a proyectos eco amigables, pero un proyecto realmente sustentable debe serlo en términos medioambientales, sociales y económicos», sostiene.
Sobre su propuesta, explica que está orientada a estructuras para cubiertas de grandes superficies como canchas de tenis, aulas, grandes bodegas, etc.; y al apostar por una tecnología asequible y fácil de materializar los miembros de las comunidades pueden aprovecharla para construir según sus necesidades. «Y luego claro, viene la parte medioambiental. El bambú captura mucha agua y la libera lentamente generando microclimas. Además, suelta mucha hojarasca que cae al suelo y genera materia orgánica», explica.
El arquitecto recuerda la recomendación que alguna vez le hizo su tutor, Nayar Gutiérrez: no hay materiales correctos o incorrectos, lo que lo hace correcto es el uso que se le da al material. «Si uso bambú importado de China, la huella de carbono es impresionante. El ITESO me ha enfocado hacia las técnicas tradicionales de construcción. Aquí elegí perfeccionar la arista de la sustentabilidad en mi carrera y darle ese perfil a mi trayectoria».
Como parte las vistas a futuro del proyecto, el estudiante de posgrado busca recorrer más municipios compartiendo técnicas tradicionales de construcción, pues desea que éste sea un proyecto que tengan impactos positivos en la región. Al ser beneficiario de CONACYT y de la beca de movilidad académica de la AUIP, sostiene su compromiso de poner su trabajo y conocimiento al servicio de los demás. «Este gesto de generosidad debe ser recíproco. Quiero que todo lo que yo trabaje y estudie se lo lleve la gente que más lo necesite», comparte.