En el contexto mexicano, la doble y triple jornada laboral para las mujeres es una realidad profundamente arraigada que refleja las desigualdades de género y las normas sociales tradicionales. Las mujeres mexicanas suelen enfrentarse a la responsabilidad de equilibrar múltiples roles, incluido el trabajo remunerado fuera del hogar y las tareas domésticas y de cuidado no pagadas dentro del mismo.
A pesar de los avances legislativos en materia de igualdad, persisten disparidades significativas en cuanto a la participación laboral, los salarios y las oportunidades de ascenso entre hombres y mujeres. La falta de políticas públicas efectivas para abordar estas desigualdades contribuye a que las mujeres mexicanas carguen con una carga desproporcionada de trabajo y cuidado del hogar.
De acuerdo con Itzelín Mata Navarro, académica del ITESO especialista en temas de género y con amplia experiencia en la construcción social de la identidad femenina, la doble o triple jornada no se limita al tiempo dedicado al trabajo remunerado o pagado, sino que abarca todas las tareas relacionadas con el cuidado del hogar, el cuidado de menores, adultos mayores o personas con discapacidades, así como el trabajo doméstico habitual. Esta realidad se traduce en un esfuerzo desproporcionado por parte de las mujeres, que dedican hasta tres veces más tiempo que los hombres a estas labores.
En promedio, los hombres dedican cada semana 16 horas al trabajo del hogar y de cuidado no remunerado, mientras que las mujeres destinan 40 horas a estas actividades. Además, 17.2 millones de mujeres mexicanas se dedican exclusivamente a las tareas del hogar, en contraste con los 992 mil hombres en esa situación. Es decir, hay 17 veces más mujeres que hombres dedicadas por completo a las labores del hogar.
Las fuentes que respaldan estas cifras son del INEGI y del IMCO, las cuales destacan que el 24 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en México proviene del trabajo no remunerado realizado por las mujeres. Esta contribución económica supera incluso la aportación de sectores industriales clave. Sin embargo, a pesar de su relevancia, este tipo de actividades han sido históricamente infravaloradas en el mercado laboral, perpetuando así la desigualdad de género.
¿Por qué las mujeres dedican más horas al trabajo doméstico?
Factores culturales y sociales desempeñan un papel crucial en la perpetuación de esta carga desigual. Según la profesora Itzelín Mata Navarro, creencias profundamente arraigadas como el ideal del amor romántico tradicional y los preceptos religiosos refuerzan los roles de género convencionales, asignando a las mujeres la responsabilidad primordial del cuidado del hogar.
El desequilibrio en la distribución de la carga laboral y doméstica también se ve exacerbada por barreras estructurales, como el techo de cristal que limita el avance de las mujeres en el ámbito laboral.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en México la participación de las mujeres en la economía remunerada alcanza el 46 por ciento, mientras que la de los hombres asciende al 77 por ciento.
Por su parte, Zonia Cristina Rojas Pulido, profesora especialista en temas de género, violencia, igualdad y equidad, señala que las implicaciones de esta carga laboral doméstica difieren según las condiciones socioeconómicas y de contexto. Para muchas mujeres, la necesidad de asumir múltiples empleos responde a la insuficiencia de ingresos familiares y la búsqueda de autonomía económica, lo que deriva en extenuantes jornadas laborales y un desgaste físico y emocional. Esta situación repercute negativamente en sus relaciones familiares y sociales, así como en su capacidad para dedicarse a actividades de estudio o recreación.
“Las mujeres que trabajan fuera de su casa utilizan su día de descanso para hacer todas las otras tareas que no lograron hacer durante la semana: asear la casa, cambiar sábanas, planchar. No hay descanso. Entonces los impactos en salud mental, incluso en el descanso físico se reflejan en enfermedades, estrés, inestabilidad; y es ahí cuando la gente se automedica porque le duele el cuerpo, porque está cansada y no puede descansar”, enfatiza la profesora Zonia.
¿De qué manera acortar las brechas?
Según las académicas, para reducir las brechas de desigualdad de género es necesario implementar políticas y medidas integrales. En primer lugar, se debe promover el acceso de las mujeres al mercado laboral, mejorando sus salarios y condiciones de trabajo, además de garantizar el acceso a guarderías para las infancias.
Se requieren cambios estructurales profundos, con una mayor intervención del Estado que modifiquen la lógica laboral actual. Algunas propuestas incluyen la implementación de días de paternidad para involucrar a los hombres en el cuidado familiar, así como la reducción de horas de trabajo semanal, pero acompañada de un aumento al salario básico.
Además, se plantea la necesidad de una transformación estructural que reconozca y valore el trabajo de cuidado, así como una mayor provisión de servicios y políticas de apoyo a las familias por parte del Estado.
Implementar un cambio en el mercado laboral para garantizar la equidad salarial para las mujeres es crucial para el progreso social y económico de cualquier país. La disparidad salarial de género no solo perpetúa la injusticia y la desigualdad, sino que también imposibilita el desarrollo personal, profesional y económico de las mujeres y de la sociedad en general.
Las mujeres representan una parte importante del talento y la capacidad productiva de cualquier sociedad, por lo que negarles la igualdad de oportunidades y recompensas es desaprovechar recursos vitales para el crecimiento y la innovación.