2025, un año para renovar la esperanza 

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El sueño de construir esta universidad comenzó hace más de 60 años y hoy permanece vivo en el espíritu de comunidad universitaria. Este año retomamos el compromiso de formar nuevas generaciones que transformen a esta sociedad desde el conocimiento, la colaboración y la justicia.

Bienaventurados los que sin ver creyeron,
Bienaventurados los que viendo continúan creyendo. 

Cada vez que paso frente a la fuente conmemorativa del trigésimo aniversario del ITESO, situada en la explanada del edificio Xavier Sheiffler, SJ, me topo con esta paráfrasis de las bienaventuranzas y de lo dicho por Jesús a Tomás. Al verla, pienso en las historias de nuestra universidad, esas que inspiraron a quien decidió inscribirla allí hace casi 40 años.

Historias como la que dio origen a nuestra universidad en 1957, cuando un grupo de padres de familia de alumnos del Instituto de Ciencias, junto con grupo de jesuitas, encabezados por Luis Hernández Prieto, SJ, sin ver, creyeron en un proyecto de comunidad universitaria. Así nació el ITESO, la institución de la que hoy formamos parte miles de personas.

Inicios que no fueron nada fáciles, pues durante los primeros diez años de su existencia, el ITESO no tuvo ningún reconocimiento por parte de las autoridades educativas estatales o federales. Fue hasta 1976 cuando logró el Reconocimiento de Validez Oficial de Estudios por parte de la Secretaría de Educación Pública.

También pienso en historias como la del origen de las Orientaciones Fundamentales del ITESO, publicadas hace cincuenta años. Este documento fue producto de un desencuentro entre las principales autoridades de la institución, quienes tuvieron la disposición y la madurez para alcanzar un acuerdo que se plasmó en un documento que, hasta hoy, sigue marcando el propósito y el rumbo de nuestra universidad.

Son sucesos e historias que han hecho que hoy en día el ITESO sea una institución sólida, con estructuras organizativas y legales que sostienen su quehacer cotidiano. Estas estructuras permiten formar personas capaces, creativas, compasivas, colaborativas y comprometidas, preparadas para ejercer una profesión socialmente pertinente. Asimismo, el ITESO cuenta con las capacidades necesarias para producir conocimientos enfocados a la solución de diversos problemas sociales.

Quienes integramos el ITESO somos herederos, y a la vez responsables, de continuar con el legado construido por la confluencia entre sus fundadores y una tradición educativa de casi 500 años, recibida de la Compañía de Jesús.

Este legado nos pide hoy que, aun viendo lo que hemos logrado, aceptemos que nos falta mucho por aprender, mejorar y consolidar para a estar a la altura de lo que nuestras Orientaciones Fundamentales nos exigen: servir mejor y contribuir a la transformación de la sociedad.

Sin embargo, además de ver hacia nuestro interior, enfrentamos un panorama externo poco alentador. A nivel mundial vivimos una situación que trasciende la incertidumbre y nos coloca ante escenarios de grandes riesgos para la humanidad: guerras que pueden globalizarse en cualquier momento; migraciones que ponen en peligro las vidas de miles de personas cuyo único objetivo es buscar una mejor calidad de vida; un deterioro ecológico de grandes dimensiones; desigualdades sociales y raciales acentuadas por políticas económicas a todas luces injustas. Todo ello oscurecido por la sombra de la polarización ideológica, marcada por posturas cerradas y dogmáticas que han ido ganando terreno político, como lo demuestra el resultado de la última elección en Estados Unidos y el fortalecimiento de los grupos de extrema derecha en distintos contextos.

En el ámbito nacional, enfrentamos una violencia creciente de la que se deriva una mayor inseguridad, lo cual se suma a problemas ancestrales como la desigualdad, la injusticia, la impunidad y la ausencia de una democracia auténtica. Estos desafíos, tanto estructurales como coyunturales, son numerosos y complejos, imposibles de enumerar en su totalidad.

Sin lugar a duda, frente a este escenario es fundamental mantener la audacia de aquellos que, sin ver, creyeron en un proyecto que parecía imposible. Ahora, nosotros, viendo ese sueño realizado, debemos reconocer que los problemas y los desafíos no sólo siguen estando presentes, sino que se han acrecentado.

De forma paradójica, “ver” puede ser también una fuente de esperanza para creer, pues “ver” no significa conocer de manera superficial la realidad, sino todo lo contrario, “ver” significa conocer, estudiar y comprender las causas profundas de los problemas sociales para orientar su solución. Así, la universidad, como lo señalan las Orientaciones Fundamentales el ITESO, se convierte en: “el lugar en el que confluyen todos los miembros de la comunidad universitaria para la búsqueda de la verdad, para la creación y transmisión de la cultura y para la aplicación de la verdad descubierta a formas experimentales de convivencia cada vez más humanas y más justas”.

Fuente conmemorativa del 30 aniversario del ITESO.

Esto quiere decir que la universidad no puede fincar su esperanza únicamente en los deseos y el anhelo de una paz basada en la fraternidad y la bondad humanas. Tiene, además, la responsabilidad de desentrañar el conocimiento de la realidad mediante el pensamiento, la reflexión, los métodos de análisis y el uso de herramientas de investigación que conforman la esencia de la vida académica. En palabras del Padre Peter Hans Kolvenbach, SJ:

La universidad debe ser el lugar donde se airean cuestiones fundamentales que tocan a la persona y a la comunidad humana, en el plano de la economía, la política, la cultura, la ciencia, la teología, la búsqueda de sentido. La universidad debe ser portadora de valores humanos y éticos, debe ser conciencia crítica de la sociedad, debe iluminar con su reflexión a quienes se enfrentan a la problemática de la sociedad moderna o posmoderna, debe ser el crisol donde se debatan con profundidad las diversas tendencias del pensamiento humano y se propongan soluciones1.

Desde esta perspectiva, para que “viendo” podamos seguir creyendo, las y los invito a que transformemos ese “ver” en un conocimiento hondo de la realidad, uno que nos motive a entusiasmar a nuestras alumnas y alumnos a cultivar su intelecto, su pensamiento y sus afectos, y a creer en que todas y todos estamos llamados a construir una sociedad más humana, justa y sustentable.

  1. La universidad de la Compañía de Jesús a la luz del carisma ignaciano, Reunión Internacional de la Educación Superior de la Compañía. Roma, 27 de mayo 2001, núm. 27