Desde su época en la preparatoria, Adrián Ruiz tenía claro que quería contribuir al cuidado del planeta. Inspirado por una profesora de ecología, comenzó a interesarse en la búsqueda de alternativas que hicieran frente a la contaminación ambiental. Actualmente, como egresado de la carrera de Ingeniería en Biotecnología del ITESO, ese interés se ha concretado en un invento con el potencial de transformar la manera en que la industria tequilera maneja sus residuos.
Se trata de un sistema de filtración elaborado con biopolímeros derivados de desechos orgánicos, que emplea fibras naturales —como el bagazo de agave— para retener metales pesados y otros contaminantes presentes en las vinazas. En entrevista para Entre Saberes, Adrián explica el funcionamiento de este artefacto y los aportes innovadores que la biotecnología puede ofrecer a las industrias cuando se orienta al cuidado del medio ambiente.
¿Qué son las vinazas y por qué contaminan?
Las vinazas son residuos líquidos que se generan tras la destilación del mosto —el jugo resultante de la molienda y cocción de las piñas del agave— durante el proceso de fermentación para la elaboración del tequila. Aunque a simple vista puedan parecer inofensivas, su composición química indica lo contrario: contienen altos niveles de minerales como sodio, hierro, magnesio, cobalto y zinc, entre otros. Cuando no se les da un tratamiento adecuado, estos residuos alteran el equilibrio de los ecosistemas y del suelo.
Según datos del Consejo Regulador del Tequila, en 2023 se produjeron más de 577 millones de litros de tequila en Jalisco, a partir de la cosecha de 1.25 millones de toneladas de agave. En este contexto, investigadores de ITESO han señalado que, por cada litro de tequila producido, se generan hasta 12 litros de vinaza. Este líquido, de apariencia oscura, suele ser vertido directamente al suelo, a canales o cuerpos de agua sin tratamiento previo, lo que provoca daños severos en ecosistemas, sobre todo en zonas rurales.
Frente a este panorama, la propuesta de Adrián Ruiz se presenta como una alternativa ecológica para mitigar el impacto ambiental de los procesos convencionales en la industria tequilera. Su biofiltro no solo evita la generación de residuos secundarios, sino que además está elaborado con materiales biodegradables, lo que refuerza su potencial como una solución verdaderamente sustentable.
¿Cómo funciona el biofiltro?
El dispositivo tiene forma de columna y está compuesto por tres elementos principales. En primer lugar, un cascarón elaborado con ácido poliláctico (PLA), un bioplástico biodegradable comúnmente utilizado en impresiones 3D, obtenido a partir del almidón presente en residuos agrícolas como el maíz o el algodón. El segundo elemento es un biopolímero absorbente que, junto con el bagazo —el tercer componente—, actúa como una esponja capaz de retener no solo el agua, sino también los contaminantes disueltos en ella, como metales pesados (níquel, hierro, cobre), colorantes textiles y las propias vinazas.
En esta estructura, las vinazas se vierten en la parte superior del biofiltro. A medida que el líquido desciende, los biopolímeros y el bagazo absorben los principales contaminantes y permiten que el agua, una vez filtrada, emerja por la base del dispositivo, libre de metales pesados como el níquel, colorantes y otras sustancias nocivas.
Uno de los aspectos más innovadores del proyecto ocurre después de la filtración: el biopolímero, una vez saturado, se deshidrata y se tritura. El resultado es un polvo con alto contenido de minerales que, lejos de considerarse un simple residuo, tiene el potencial de convertirse en fertilizante orgánico.
“El biopolímero puede alcanzar entre cinco y seis veces su peso cuando está hidratado”, explica Adrián. Al deshidratarlo, pierde hasta un 80% de su peso en agua, lo que da como resultado una sustancia sólida, rica en materia orgánica y nutrientes como nitrógeno, fósforo, potasio y calcio. Adrián propone utilizar este subproducto como fertilizante en los mismos campos de agave, lo que permitiría cerrar el ciclo productivo y reducir el impacto ambiental de la industria.
“Lo interesante es que, en este proceso, el material se enriquece con minerales como calcio, fósforo, potasio y nitrógeno, todos ellos fundamentales para el crecimiento de las plantas”, agrega Adrián. De hecho, su propuesta contempla utilizar este fertilizante en los mismos campos donde se cultiva el agave, cerrando así un ciclo en el que los residuos de la industria tequilera se transforman en alimento para sus propios cultivos.
De esta manera, el biofiltro se presenta como una solución que no solo reduce el impacto ambiental, sino que también genera valor agregado para la industria, al convertir el manejo de vinazas en una oportunidad de innovación sustentable que no produce nuevos desechos.

La biotecnología como herramienta para el cambio
Aunque el diseño del biofiltro nació como parte de la clase de Bio Proyectos 2, Adrián tenía clara su meta desde el principio: “Quiero hacer un biofiltro”, pensó. Además, no solo logró desarrollarlo dentro del aula, sino que llevó su invento más allá, pues ya cuenta con una patente obtenida en 2024 gracias al Concurso de Invenciones ITESO, una iniciativa del Centro para la Gestión de la Innovación y la Tecnología (CEGINT) de la Escuela de Negocios ITESO.
Su compromiso con la innovación también está profundamente motivado por una vocación de intervención social “Me inspiró el hecho de querer hacer algo por la sociedad, cambiar la situación actual. Vivimos en un mundo con mucha contaminación, en especial del agua, donde hay sectores de la población más afectados que otros”, señala. Para Adrián, la biotecnología no es solo una herramienta científica, sino una vía para construir alternativas sustentables.
Actualmente, el egresado continúa perfeccionando su creación con el objetivo de difundir su propuesta y acceder a fondos que le permitan escalar su desarrollo. Uno de los principales atributos del filtro es su versatilidad, pues Adrián considera que puede ser implementado tanto por pequeñas y medianas empresas como por grandes industrias tequileras.
Si bien la escasez de agua y la contaminación hídrica son problemas cada vez más apremiantes, la creación de tecnologías como este biofiltro demuestra el papel clave que desempeñan las ciencias aplicadas y las universidades en la búsqueda de soluciones sustentables. Con ideas como la de Adrián Ruiz, empieza a trazarse una ruta en esa dirección: un sendero donde la biotecnología, la conciencia ecológica y la acción ciudadana convergen para ofrecer respuestas concretas a los desafíos ambientales de nuestro tiempo.
Más allá de su aporte técnico, la propuesta de Adrián invita a repensar el papel de la juventud, la ciencia y la educación superior en la construcción de futuros posibles. En un contexto donde la crisis ambiental exige respuestas urgentes y creativas, proyectos como este demuestran que la innovación con propósito puede surgir desde las aulas, incubar en los laboratorios y florecer en los territorios donde más se necesita.