«La innovación es el resultado de llevar a la práctica una o varias ideas creativas para generar valor agregado, utilidad, perfeccionamiento, beneficios sociales, técnicos y económicos» (Rodolfo Muñoz Serrano). Esto en la educación implicaría lograr un impacto positivo en los procesos de enseñanza-aprendizaje, orientado a una mejora y transformación en los estudiantes, docentes e instituciones educativas.
Dicho lo anterior cerramos la serie de artículos publicados en Reflectir sobre las primeras indagaciones hechas por la Coordinación de Innovación, Desarrollo y Exploración Académica (CIDEA) respecto a megatendencias y propuestas innovadoras de otras universidades del mundo. El presente texto es un resumen de lo más importante a rescatar, logrando juntos repensar el futuro de la universidad.
Iniciamos hablando sobre las megatendencias que en el hábito educativo nos ayudan e invitan a repensar y reconfigurar los contextos profesionales y las formas en las que se aprende. Pensando en el futuro, pero desde nuestro presente, verlas como detonadores de oportunidades estratégicas que generen soluciones a necesidades específicas.
José Antonio Delgado menciona en el artículo de megatendencias socioculturales que frente a este escenario de nuevas formas en las que la sociedad se reconfigura es importante identificar el papel de la universidad, y en general de las instituciones educativas, dando respuesta a las nuevas necesidades y sin perder de vista la centralidad en la persona. En su escrito concluye con una serie de preguntas que nos invitan a reflexionar sobre el tipo de profesional que queremos y estamos formando.
Se habló también sobre la transición demográfica y los cambios de roles sociales que se viven actualmente y que representan retos, oportunidades y amenazas para las personas y los gobiernos, pero que sobre todo reclaman la necesidad de ser consideradas en la innovación académica. Karina Vázquez menciona que se observan al menos tres dimensiones: (1) acrecentar la oferta educativa que favorezca el aprendizaje para y a lo largo de la vida; (2) flexibilizar los sistemas educativos y medios para que más personas, en sitios distantes, puedan hacerse de los aprendizajes que requieren; y (3) incorporar a nivel curricular el estudio de fenómenos relacionados con los cambios descritos.
La pandemia por COVID-19 nos llevó a reflexionar sobre la necesidad en el mundo académico de tener vínculos entre naciones que permitan la apertura de formación universitaria entre países, culturas y personas sin tener que desplazarse físicamente. Karina Vázquez y Alejandro Mendo en su artículo La universidad, un ecosistema más conectado hablan de la internacionalización y la interculturalidad como prioridades en la formación universitaria y que las instituciones de educación superior reconocen como fortalezas para alcanzar la excelencia académica en los estudiantes, ya que refuerzan aprendizajes básicos respecto de la convivencia y la integración, en relación con la comprensión mutua y el respeto a la diferencia, así como con la cooperación y la solidaridad.
Miguel Bazdresch nos llevó a conocer tres movimientos culturales: el pensamiento complejo, la interdisciplina y la formación en y para la investigación, tendencias importantes en el mundo educativo y que nos cuestionan el qué, cómo y para qué aprender. «Estas cuestiones suponen objetivos, aprendizajes ineludibles y formas en gran medida universales, y al mismo tiempo, se asumen posibles respuestas en distintas épocas de la historia y en diferentes regiones geográficas», escribió.
Compartimos tres tendencias en la educación superior, que encontramos al indagar lo que hacen universidades alrededor del mundo para promover el aprendizaje, las cuales se distinguen por ofrecer una formación que combina amplitud y profundidad; la posibilidad de definir el rumbo de su formación a partir de sus propios intereses y la oportunidad de generar conocimiento desde diversas disciplinas, y a partir de múltiples y variadas experiencias que van escogiendo con el acompañamiento y orientación de sus profesores.
Terminamos con algunos ejemplos donde se observa el énfasis que se tiene en el aprendizaje experiencial, desde el que es posible apreciar una clara apuesta por la contextualización de los aprendizajes y en ofrecer ricas y variadas oportunidades de aprender a partir de las pasiones e intereses propios. Así como, de la inmersión en situaciones reales y complejas, de la generación y aplicación del conocimiento para resolver los problemas del mundo, del trabajo en colaboración y vinculación con agentes diversos.
Todo lo compartido nos da pistas para seguir reflexionando y construyendo juntos nuestro proyecto universitario. A partir de repensar el mundo ampliamos nuestras propias perspectivas para imaginar y co-crear experiencias novedosas para el aprendizaje y la construcción de conocimiento, aprendiendo de la experiencia de otros y acercarnos cada vez más a las formas en que los jóvenes lo hacen en la actualidad.