De Génesis a Apocalipsis: el ciclo artístico de dos egresadas de Arte y Creación 

Avatar de Michelle Raible Quiñones

Las estudiantes Ana y Vanessa cierran su ciclo universitario en Arte y Creación con «Apocalipsis», una exposición que exploró los ciclos de la vida y las narrativas humanas. Presentada en el Foro NMOR Lab, esta muestra simboliza cuatro años de formación marcados por creatividad, tecnología y compromiso social.

Ana Escalera y Vanessa López, egresadas de la primera generación de Arte y Creación empezaron su carrera universitaria y juntas egresarán este diciembre. Como último proyecto, presentaron Apocalipsis, una exposición de arte que encapsuló su formación al explorar los ciclos de la vida y las narrativas humanas desde una perspectiva profunda y artística.  

La licenciatura en Arte y Creación fue una de las cuatro carreras que el ITESO lanzó en 2020. A lo largo de estos cuatro años, la carrera se ha consolidado como un espacio donde las ideas cobran vida y las disciplinas artísticas convergen para explorar las problemáticas y posibilidades del mundo contemporáneo. Con un enfoque interdisciplinario, este programa forma artistas capaces de desarrollar proyectos que trascienden las fronteras tradicionales del arte, combinando creatividad, tecnología y compromiso social. 

La presentación de arte Apocalipsis estuvo expuesta del 15 hasta el 30 de noviembre en el Foro NMOR Lab, Centro Artístico y Cultural de Guadalajara. Este trabajo no solo reflejó su evolución como creadoras, sino la esencia de una carrera que las impulsó a cuestionar, transformar y aportar al entorno desde el arte. Para Ana y Vanessa, esta última exposición universitaria marca el fin de su formación académica y el cierre simbólico de un ciclo que comenzó con Génesis, su primera muestra de arte colectiva de primer semestre, que más que un proyecto de graduación fue el reflejo de un camino de cuatro años que combinó exploración artística, aprendizaje y una profunda amistad. 

El impacto del entorno y la evolución personal 

Ana Escalera, alumna de 23 años, abordó su proceso creativo al sumergirse en lo personal como lo social en sus dos principales proyectos. En la serie “Niña mía” conectó la nostalgia de su relación con su abuela a través de tableros de Damas chinas intervenidos con objetos que evocan recuerdos compartidos, como dulces, un canario y una taza, todos símbolos de momentos que solo existen en su memoria. Este proyecto buscó reconectar emocionalmente con su abuela, reflexionando sobre su vínculo pasado y presente. 

Por otro lado, en su serie fotográfica, Ana cuestionó las prioridades en la inversión pública en su ciudad, señalando la desigualdad en la distribución de obras artísticas y servicios básicos. Utilizó imágenes de prensa de esculturas icónicas y costosas, como El pájaro de fuego de Matías Goeritz, contrastándolas con contextos de marginación en el oriente de la ciudad. A través de este trabajo, invitó a reflexionar sobre el impacto real de estas inversiones en la vida cotidiana de las personas. 

Ambos proyectos mostraron su interés por explorar los extremos de la creación artística: lo íntimo y lo colectivo, entendiendo que ambos son esenciales para un enfoque integral como artista. 

Vanessa López, originaria de Venezuela, exploró su experiencia personal y la realidad social en dos piezas profundamente introspectivas. En su obra “Tuve que prenderme un cigarro solo para sacarte de mí pecho”, abordó una desilusión amorosa que la marcó profundamente. A través de una torre de colillas de cigarro recolectadas durante año y medio, representó el tiempo transcurrido desde su ruptura y su regreso al hábito de fumar, expresando cómo reemplazó el dolor emocional por el físico. Esta pieza, concebida como una «última carta de amor», reflejó una experiencia íntima, pero también conectó con vivencias universales de pérdida y desamor. 

Por otra parte, su serie de fotos análogas sobre Venezuela capturó la parálisis social y arquitectónica del país tras casi una década sin visitarlo. Vanessa documentó fachadas deterioradas y escenarios contrastantes, como un edificio gubernamental que aparentaba estar en buen estado, pero estaba destruido por dentro, simbolizando el abandono y las ilusiones rotas. A través de estas imágenes, combinó la nostalgia por su hogar y su familia con un retrato crítico de la realidad venezolana. Sin embargo, también destacó la esperanza persistente de quienes eligen quedarse en el país, creyendo en un futuro mejor. 

Ambas obras reflejaron su capacidad de unir lo personal con lo colectivo, plasmando emociones individuales y problemáticas sociales desde una perspectiva íntima y reflexiva. Sin duda quedó claro que el contexto personal y el entorno han sido elementos fundamentales en su proceso creativo. Vanessa reflexionó sobre cómo su enfoque artístico cambió a lo largo de la carrera: “Al entrar a la carrera, yo pintaba y pensaba que iba a pasar cuatro años perfeccionando la técnica. Pero la carrera me llevó a enfocarme en lo conceptual y lo teórico, más que en lo técnico. Pasé de pensar en ‘voy a pintar’ a preguntarme ‘¿qué quiero transmitir?’, y luego decidía el medio. Exploré desde lo corporal hasta lo digital, adaptando el formato a lo que quería expresar. Eso cambió mi perspectiva completamente”. 

Por su parte, Ana reconoció un proceso similar:“Entré pensando que sería fotógrafa y punto. Pero aprendí a usar distintos soportes para expresar cómo me siento. La carrera no solo me enseñó técnicas, sino también me orilló a aprender y vivir experiencias por fuera de la Universidad”.  

Del aprendizaje técnico al cuestionamiento conceptual 

Ambas coinciden en que su evolución artística está marcada por un cambio profundo en cómo abordan su práctica. Desde su primera exposición, han descubierto que el arte no solo se produce desde lo sensible, sino también desde la investigación y el contexto social. 

Ana rememoró una lección clave: “En primer semestre pregunté por qué todas las piezas debían justificarse o hablar de algo específico. ¿No podía producir solo desde lo sensible? Me respondieron que era necesario investigar, fortalecer mis ideas y tener referencias. Eso es lo que te hace un artista completo. Hoy, entiendo que investigar no solo conecta con la obra, sino que también te ayuda a encontrar nuevas formas de verla”. 

Vanessa agregó que esta introspección les permitió asumir el desafío de crear en un siglo donde “todo parece ya estar hecho”: “Reconocer qué obras existen y quiénes las han realizado te permite trazar nuevos caminos. El arte es un diálogo con la sociedad; no puedes desvincularte de eso”. 

El cierre de su etapa universitaria también las llevó a reflexionar sobre el impacto del ITESO en su formación. Ana destacó que su generación enfrentó retos únicos por ser una carrera relativamente nueva: “Somos la primera generación completa en graduarse este diciembre. Nos tocó adaptarnos a ajustes en planes de estudio, expectativas y enseñanzas. A pesar de las desilusiones, aprendí mucho de maestros apasionados que transmiten su amor por el arte. Nos demostraron que estudiar arte y profesionalizarlo tiene un valor inmenso”. 

Vanessa, quien cursó Relaciones Internacionales antes de decidirse por Arte y Creación, reconoció el crecimiento personal que esta decisión le brindó: “Cambiarme de carrera fue lo mejor que pude hacer. Me ayudó a apreciar la experiencia escolar, valorar el sistema y disfrutar lo que hago. Nunca imaginé que encontraría mi camino profesional en el arte”. 

A quienes consideran estudiar esta carrera, ambas artistas les ofrecen consejos claros: comprender el enfoque de la carrera antes de iniciarla, ya que Vanessa menciona que la carrera no forma artistas desde cero, sino que ofrece las herramientas y conocimientos para perfeccionar las habilidades y el talento que los estudiantes ya tienen al ingresar. Por su parte, Ana recomienda aprovechar al máximo cada oportunidad, desde las clases hasta las visitas a estudios, y mantenerse abiertos al aprendizaje y la experimentación, aspectos que considera fundamentales para el desarrollo en este ámbito. 

¿Qué sigue después Apocalipsis? 

Para Ana y Vanessa, Apocalipsis no es solo fue el cierre de un ciclo, sino un paso más en su camino como artistas. Su experiencia universitaria las ha transformado personal y profesionalmente, llevándolas a replantear su relación con el arte y el mundo que las rodea. 

Este cierre marca un nuevo inicio en su trayecto creativo, con la certeza de que las herramientas, las lecciones y los vínculos que han construido en estos años serán la base para las siguientes etapas de sus vidas como creadoras.