Foto de portada: @andreacajiga1, @ruleandro_who y @mirco.goepfert en sesiones de open mic del proyecto @nojoke_erc
En un mundo cada vez más polarizado, el humor se ha convertido en una herramienta política poderosa, capaz de reforzar prejuicios o de abrir caminos al diálogo.
Desde la Universidad Goethe de Frankfurt, un equipo de investigadores y comediantes se ha propuesto explorar cómo sería un sentido del humor que escape de las categorías coloniales y racistas que siguen marcando nuestra forma de reír.
NoEsBroma (NoJoke) es un proyecto de investigación que propone un enfoque innovador para estudiar la política a través del humor. En lugar de analizar solo a los humoristas, el estudio trabaja con ellos para comprender cómo el humor opera como una forma en la que se construye y se justifica el saber dentro de un contexto específico: un modo de percibir, crear y anticipar el presente político. El proyecto realiza un estudio comparativo con caricaturistas, cómicos, escritores de sátira, políticos satíricos y periodistas cómicos en diversas regiones del mundo: Berlín, Guadalajara, París, Nueva Delhi y la diáspora iraní.
Este proyecto comienza a partir de la iniciativa de Mirco Göpfert, profesor-investigador de la Universidad Goethe de Frankfurt, quien ha trabajado con caricaturistas iraníes en el exilio. Su experiencia previa lo llevó a lanzar una convocatoria abierta para expandir esa idea inicial. “Más que elegir regiones específicas, fuimos varias personas las que propusimos proyectos. El mío fue uno de los seleccionados para formar parte de este proyecto más grande”, explica Raúl Acosta García, integrante del equipo de investigación, egresado y colaborador del ITESO.
El enfoque desde la antropología sociocultura busca responder una pregunta provocadora: “¿cómo se ríen las comunidades indígenas cuando se les da la oportunidad de contar sus propios chistes?”. Para responderla, el investigador y su equipo emprendieron un experimento etnográfico inusual: formar a personas indígenas como comediantes, brindándoles talleres de escritura humorística con profesionales del stand up y acompañándolos en la creación de contenido para redes sociales.
En sus propias palabras, lo que encontraron fue inesperado: “Yo pensé que saldría un humor más feroz, más crítico. Pero ha sido todo lo contrario. El humor que ellos producen es apaciguador, conciliador. Toca el racismo y las desigualdades, sí, pero desde un lugar amable, de empatía, buscando generar comunidad”, explica el antropólogo sociocultural.

El equipo de investigación está integrado por los investigadores postdoctorales Cassis Kilian y Raúl Acosta García; el doctorante indio Prateek; y Mirco Göpfert, profesor-investigador que coordina el proyecto.
Como parte de la investigación adaptaron en una de las aulas de la universidad alemnaa un pequeño club de comedia donde tienen presentaciones en vivo. “Somos todos investigadores, pero parte de nuestro trabajo no solo es estudiar comediantes sino estudiar con ello. Por eso varios hemos entrenado en distintos géneros de comedia, como stand-up o caricatura”, comparte el entrevistado.
Humor como forma de conocimiento
A diferencia de los enfoques más tradicionales en ciencias políticas, que suelen privilegiar lo racional y lo cuantificable, este proyecto parte de la idea de que el humor también es una forma de conocimiento. “Las carcajadas revelan cosas profundas. Nos permiten ver qué toca a una comunidad, qué le importa, qué la hiere o la hace sentir representada”, sostiene el investigador postdoctoral.
Este enfoque ha permitido identificar cómo se articula el humor con la identidad, los afectos y los discursos de poder en distintos contextos geográficos. Aunque el proyecto incluye también líneas de trabajo en países como Irán e India, el caso mexicano centrado en comunidades indígenas destaca por su búsqueda de un humor que no se alinee con posturas partidistas, sino que busque hacer puentes en medio de la polarización.
“Los indígenas que participan no quieren protagonismo individual. Prefieren hacer sketches en colectivo para redes sociales, porque así nadie se adueña del micrófono. Eso ya dice mucho de su apuesta por el bien común”, detalla Acosta García.
La comedia como terreno en disputa
Lejos de romantizar el humor como una herramienta inherente a la resistencia, el equipo reconoce que la comedia también ha sido utilizada con fines propagandísticos, incluso por agendas de odio. “Hay una tendencia, sobre todo desde la derecha organizada, de usar el humor para difundir discursos racistas y discriminatorios. Y eso lo estamos viendo no solo en México, sino también en Alemania e India”, advierte.
Esa es una de las tensiones que el proyecto intenta visibilizar: cómo el humor puede ser liberador o funcional al poder, dependiendo de quién lo usa, cómo y para qué. En este sentido, uno de los retos principales ha sido superar la idea de que solo el humor del «otro bando» es absurdo o dañino, mientras que el propio es inofensivo o legítimo. “El problema es que cuando no hay disposición a entender al otro, solo se refuerzan las burbujas. Y eso pasa cuando se desprecia el humor contrario, en vez de analizarlo críticamente”, apunta.

Una alfabetización humorística
A futuro, el equipo espera que el proyecto ayude a desarrollar lo que llaman una “alfabetización humorística”: es decir, una capacidad crítica de la audiencia para identificar cuándo un chiste reproduce estereotipos dañinos, y cuándo abre espacio para la reflexión y el cambio. “No se trata de decirle a la gente qué puede o no puede decir. Se trata de que como audiencia seamos más conscientes de lo que consumimos y por qué nos reímos de ciertas cosas”, explica el antropólogo.
Al colaborar con varios investigadores del ITESO y por recomendación del Consejo Europeo de Investigación (ERC, por sus siglas en inglés), Acosta García solicitó a la Comisión de Ética de la Investigación del ITESO una evaluación del proyecto.
Actualmente, están a la espera de una beca de la Unión Europea para lanzar un subproyecto centrado en noticieros satíricos y su impacto informativo entre jóvenes. La idea es llevar talleres a preparatorias, escuchar qué les importa a los estudiantes y construir juntos un modelo que fortalezca su capacidad crítica frente al humor mediático.
Porque al final del día, reír también es una forma de pensar el mundo. La risa revela nuestros valores, nuestras tensiones sociales, lo que normalizamos y lo que cuestionamos. Preguntarse de qué nos reímos y por qué, puede ser el primer paso para transformar no solo el humor, sino también la manera en que nos relacionamos con los demás.
