Dos desafíos para el trabajo docente

En la actualidad hay dos tareas pendientes para la formación de los estudiantes que requieren especial énfasis: una es la reflexión, la discusión y la acción en torno a temas sociales. La otra es generar condiciones para el renacimiento de una esperanza que en la juventud parece cada vez más lejana.

Por Alexander Zatyrka Pacheco, S.J.
Rector del ITESO

En una universidad jesuita la formación social del alumnado es una tarea central. Nuestras Orientaciones Fundamentales expresan que «desde el principio el ITESO no se contenta con ser un simple conjunto de carreras, ni se interesa solamente en preparar técnicos o profesionistas, por cualificados que sean».1 También nos recuerdan que «cuando fundado el ITESO, se pidió a la Compañía de Jesús que asumiera la dirección académica, una de las razones que con más fuerza se esgrimía era la necesidad de una sólida formación social para los alumnos».2

Esta tarea resulta siempre un desafío. Buscar las mediaciones pedagógicas más adecuadas para lograrlo sin adoctrinamientos y desde la libertad, constituye un enorme reto que se ha ido ajustando a lo largo de nuestra historia de acuerdo con el contexto histórico y social de cada momento. Queremos que esta reflexión social y ética se realice de manera transversal en el mayor número de espacios del ITESO.

En la actualidad hay dos tareas que atender con especial énfasis en la formación de los estudiantes. Una es la reflexión, discusión y acción en torno a temas sociales en una coyuntura sociopolítica en que la polarización, el populismo y la posverdad ganan terreno. La otra, consiste en generar condiciones para el renacimiento de una esperanza que en la juventud parece cada vez más lejana.

El año pasado, en Boston, el padre Superior General de la Compañía de Jesús, Arturo Sosa, S.J., expresó que vastos sectores de la humanidad «han sido cubiertos con el manto del fundamentalismo religioso, ideológico o político con márgenes muy escasos y riesgosos para pensar distinto o disentir».3

Este diagnóstico se ajusta plenamente a nuestra realidad. La descalificación y el insulto a quienes piensan diferente gana terreno frente al diálogo, la discusión respetuosa y argumentada. Lo constatamos día a día, tanto en el ámbito político —a propósito de los grandes asuntos de la agenda nacional— como en las diversas discusiones en redes sociales, e incluso en las familias.

Desde los más altos niveles del poder y la política se alienta y normaliza este tipo de interacción social. Las nuevas generaciones van aprendiendo que así hay que discutir y tratar a quien piensa de forma diferente.

Frente a esto, la universidad debe ser un espacio en el que prevalezca el diálogo sereno, reflexivo e inteligente. Nos corresponde alentar y mostrar a las nuevas generaciones que hay maneras productivas de discutir y de llegar a acuerdos con quienes tienen puntos de vista diferentes. En este sentido, el Padre Sosa señalaba lo siguiente en el mencionado discurso:

Como difusores de la cultura democrática sabemos que son los ciudadanos conscientes, libres, con ideas plurales, capaces de dialogar y tomar decisiones en el horizonte del bien común quienes hacen posible una política que lleve a la justicia y contribuya a la vida plena de los seres humanos en armonía con el medio ambiente.4

Y añadió:

El desafío que representa para nuestras universidades la participación en la vida pública y la formación política de los miembros de la comunidad universitaria incluye propiciar una gobernabilidad basada en la verdad, en la fortaleza de las instituciones y la legalidad. Se requiere contribuir a un ambiente social en el que sea normal el pluralismo ideológico, al diálogo entre las alternativas planteadas.5

Tenemos pues que impulsar de manera impostergable esta tarea desde nuestra labor docente y, en general, en las diversas actividades universitarias.

El otro desafío es alentar la esperanza. El número de jóvenes que considera que no hay futuro en México crece y cada vez son más quienes buscan la manera de irse del país.

Nos corresponde también, en la medida de nuestras posibilidades y considerando las características propias de la labor de cada una y cada uno de ustedes, acompañarlos en el proceso de construcción de alternativas que ayuden a florecer la esperanza.

Una de las Preferencias Apostólicas de la Compañía de Jesús consiste, justamente, en «acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador». Si bien el contexto es adverso en muchos sentidos, también es cierto que podemos hacernos cargo de él para transformarlo. Es necesario desarrollar espacios «abiertos a la creatividad juvenil […] en los que se promueva el discernimiento del camino por el que cada persona puede alcanzar su felicidad contribuyendo al bienestar de toda la humanidad».6

El reto es grande, pero quienes hemos ejercido la labor docente, experimentamos también la enorme satisfacción que significa contribuir al crecimiento y realización plena de las personas.

Muchas felicidades y muchas gracias por participar en la construcción colectiva de la misión del ITESO.

Notas al pie:

Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, ITESO. Misión, Orientaciones Fundamentales, ITESO, Tlaquepaque, 2003, p.9.

ITESO. Op.cit., p.21.

Arturo Sosa, S.J. «Discerniendo el presente para preparar el futuro de la educación universitaria de la Compañía de Jesús», Asamblea de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU), Boston, agosto de 2022, p.5.

Arturo Sosa, S.J. Op. cit., p.9

Ibidem.

6 Compañía de Jesús. «Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús, 2019-2029», Roma, 2019, p.4.