El vínculo entre la reflexión ética y la formación profesional y social

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¿Cuál es la tarea esencial de las universidades? ¿A qué apostamos desde ITESO en la formación de los estudiantes? Son preguntas que el Departamento de Formación Humana invita a mantener siempre en un diálogo continuo.

A lo largo de su historia el ITESO ha buscado impulsar una formación que responda a su herencia jesuita, a las demandas de la realidad y a las necesidades del entorno. Este impulso se traduce actualmente, para el Departamento de Formación Humana (DFH), como la reflexión del sentido moral de la vida humana, con sus implicaciones sociohistóricas y cognitivas, en el marco de lo que significa, para la universidad, la formación profesional. Esa es la apuesta.

Esta apuesta implica una valoración positiva del ser humano como protagonista en el mundo y una visión crítica en torno a los problemas que nos aquejan como sociedad. Es decir, una posición que cree en la persona y en el desarrollo de sus posibilidades, esto frente a posiciones fatalistas o instrumentalistas de la labor humana. Una posición que parte de la confianza y no del miedo. Una posición que coloca al ser humano y a su hacer en el centro de la reflexión. Una posición activa en favor de un mundo más humano, más justo, un mundo donde quepan muchos mundos. Una posición que parte del cuidado y no de la ventaja. Se trata, en suma, de una formación que reconoce, valora y cultiva el conocimiento para comprender la realidad y transformarla, que busca desarrollar capacidades y ejercitar habilidades para actuar en ella y que es consciente de la diversidad en las valoraciones y actitudes frente a ella. Una tradición que parte de la gratitud y no del mérito.

Para atender esta dimensión, el modelo curricular que impulsa el ITESO, incluye un conjunto de saberes universitarios en forma de asignaturas, que el DFH atiende desde su objeto de estudio. Aunque esta institucionalización da mucha certeza a la formación universitaria que busca responder a la realidad compleja de manera crítica, comprometida, consciente y competente, el DFH encuentra que esta formación se vive de manera fragmentada por los estudiantes.

Se requiere una formación en donde lo profesional, lo social y la reflexividad ética se vivan de manera integral, y es por ello por lo que el DFH apuesta, en uno de sus proyectos de este quinquenio, a la «formación integral, reflexiva y crítica en la convergencia entre los saberes universitarios y profesionales», teniendo como objetivo: «promover ante la comunidad universitaria un estilo de formación que vincule la reflexividad ética, la problemática social y los saberes profesionales para favorecer en los estudiantes un análisis complejo de la realidad, una posición crítica ante sus desafíos y una actitud solidaria ante posibles alternativas».

Tenemos claro que esta intención requiere del diálogo permanente con los distintos departamentos académicos, y por ello buscamos instalar, como necesidad común, el unir esfuerzos en nuestra tarea educativa, promoviendo la formación integral que el contexto actual demanda. Retomar los puentes que la propia inercia y la pandemia han dejado un poco sin usar, así como tender nuevos desde y con los objetos de estudio de cada departamento.

El proyecto busca con este diálogo indagar en los problemas y las necesidades de formación ética, al identificar algunas de la problemáticas y desafíos de cada campo profesional y disciplinar, y recuperar los modos de proceder de cada departamento en relación con la reflexión ética. La intención sería desarrollar propuestas formativas integrales.

Un ejemplo es el trabajo del DFH con la coordinación de los Proyectos de Aplicación Profesional (PAP), junto con quienes se ha realizado un cuadernillo de dilemas morales para favorecer la reflexión ética universitaria, a partir de abordar casos experimentados por participantes en los proyectos de inserción social, que ameritan una reflexión de carácter ético —y que pueden ser usados por quien quiera, independientemente de su objeto de estudio—. Asimismo, se ha brindado formación a profesores PAP, con la intención de ofrecer una metodología para guiar la reflexión ética con los estudiantes, desprendida de la «Propuesta Formativa del DFH«.

Otro ejemplo resulta del diálogo con las coordinadoras y el coordinador de los Programas educativos del Departamento de Psicología, Educación y Salud: se ha identificado, en principio, que la presencia de la ética tiene que ver con la reflexión permanente sobre el qué de lo que se hace, que está presente al ejercitar la sensibilidad ante el mundo y la visión compleja de la realidad. Que lo está también ante la necesidad de responder responsable y eficazmente ante las tensiones propias de cada campo profesional, así como al propiciar la conciencia sobre el impacto como agentes. La formación ética resulta, entre otras cosas, un apoyo para enfrentar y elegir, de manera personal y colectiva, las alternativas posibles en el devenir del mundo.

Esto implica construir la formación ética y social de manera orgánica desde la propia estructura curricular, algo que no puede resolverse de forma aislada dentro de cada departamento, si queremos evitar la formación fragmentada. En los procesos de revisión y desarrollo curricular es necesario hacer preguntas incómodas que integren saberes profesionales, competencias técnicas, reflexión ética y los desafíos que la realidad impone. Esto puede representar una alternativa para trascender las tendencias que acotan y acorralan la práctica profesional a las lógicas del mercado sin considerar las necesidades sociales y la complejidad de los desafíos que el mundo y la naturaleza nos plantean.

Nuestra invitación, la del DFH, es a abrir y mantener diálogos para encontrar nuevas formas, en diversos niveles, a los retos que tenemos actualmente frente a la tarea trasformadora de la universidad. Un diálogo articulador que construya método y transversalidad entre lo social, lo profesional y la reflexividad ética en la formación de nuestros estudiantes.