Formar personas solidarias ante la injusticia social: caso 22 de abril

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Las generaciones actuales poco o nada saben de las explosiones en Guadalajara que arrebataron y cambiaron la vida de cientos. A 30 años, el compromiso como universidad es luchar contra el olvido y acompañar a quienes viven las secuelas.

Una de las Orientaciones Fundamentales del ITESO es la formación con compromiso social, es decir, no solo representa un modelo educativo que busca el refinamiento técnico, metodológico y teórico, sino también el logro de mejores seres humanos que pongan todas sus capacidades a favor de las personas, en especial de aquellas que más sufren las más profundas injusticias. Lo anterior se traduce en que la universidad entiende ese compromiso como un genuino deseo, y obligación, por transformar las estructuras sociales de desigualdad y, por lo tanto, por promover el cambio social desde diversas perspectivas.

Este abril se cumplen 30 años de la peor tragedia que ha visto la ciudad de Guadalajara. Hace ya tres décadas que el barrio de Analco y diversas colonias aledañas, fueran el escenario de la destrucción de varios kilómetros de calles debido a la presencia de hidrocarburos en el colector profundo. Un hecho que dejó a su paso incuantificables perjuicios materiales, pero, aún más importante, la pérdida de decenas de vidas, el daño corporal a centenares de personas, estragos emocionales y el menoscabo de una forma de organización social, de cotidianidad, basada en redes vecinales densas e históricamente cimentadas.

Desde el inicio de la catástrofe, el ITESO apoyó a los diferentes sectores sociales que se vieron afectados. De hecho, fueron muchas las organizaciones, instituciones, colectivos, universidades y personas que se solidarizaron y reaccionaron para ayudar. Sin embargo, con el paso de los años, lo ocurrido aquel miércoles de Pascua se ha ido olvidando. Las generaciones actuales poco o nada saben acerca de lo acontecido. Además, no podemos negar que nuestras sociedades tienden fácilmente al olvido.

Visita la exposición fotográfica «La herida sigue abierta» en la Galería Jardín (frente a la biblioteca) hasta el 31 de mayo. Crédito: Claudia Hernández.

Nuestra universidad, sabedora de la necesidad de combatir la desatención pública de los problemas que laceran la sociedad, ha buscado incidir, en diferentes etapas, no solo desde la perspectiva de recuperación de memoria, sino de la atención de las diferentes consecuencias humanas y sociales, a largo plazo, dejadas por las explosiones. Esto es consecuente con su orientación hacia el compromiso social, ya que no sólo se espera que sus estudiantes conozcan lo que ocurrió aquel aciago día, sino que también se solidaricen con las personas que sufren las secuelas hasta hoy. A 30 años el Estado mexicano aún tiene muchas deudas acerca de este tema (y muchos otros). Así, el compromiso social que se desea transmitir e impulsar en la comunidad universitaria, refiere, entre otras cosas, a una lucha contra el olvido y las diferentes formas de menosprecio social que acarrea cuando se naturaliza en prácticas que tienden al ocultamiento del otro. Esa lucha sólo se puede librar a partir de la visibilización de las desigualdades sociales y del fomento del reconocimiento intersubjetivo (cómo me reconozco a mí mismo en el otro y, por lo tanto, sus problemas como parte de una misma sociedad).

Sin duda la tarea no es sencilla, pues, así como el 22 de abril, existen muchos otros temas que merecen ser visibilizados en su justa escala social y humana. Por ello, el ITESO debe seguir su inspiración hacia ese compromiso social, buscando que sus estudiantes, y toda su comunidad universitaria, nos fortalezcamos en la lucha contra las injusticias sociales y que, desde esta palestra, seamos capaces de incidir en el debate público acerca de los problemas que nos aquejan como sociedad, así como a la generación de mayores y mejores alternativas.