Foto de portada: Noticias ONU |Mujeres y niños esperando comida en una cocina comunitaria de la ciudad de Gaza.
Por Ana María Vázquez
Profesora de Relaciones Internacionales y Directora de Investigación y Posgrado
El 22 de agosto, las Naciones Unidas declararon oficialmente la hambruna en Gaza. Es la primera declaratoria en Medio Oriente desde que existe el monitoreo del IPC (Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases) desarrollado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en 2004. El IPC establece criterios técnicos precisos: al menos 20% de hogares sin acceso a alimentos, 30% de niños con desnutrición aguda y dos muertes diarias por cada 10,000 habitantes, y registros sobre la tasa de mortalidad, la disponibilidad y calidad de agua, y el riesgo de enfermedades.
Desde 2023 la situación en Gaza ha transitado rápidamente de crisis (fase 3) a hambruna (fase 5), impacta ya a 660,000 personas y crece masivamente. Otras hambrunas declaradas han sido Somalia (2011), Sudán del Sur (2017, 2020) y Sudán (2024), todas relacionadas con conflictos armados en que se usa el hambre como arma de guerra, como en Gaza.
Como la hambruna, tipificar el genocidio requiere criterios técnicos. Según la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio (1948) estos incluyen lesión grave a la integridad física o mental de miembros de un grupo, o someterles intencionalmente a condiciones que deriven en su destrucción física total o parcial.
Ambos, hambruna y genocidio son tan devastadores como prevenibles. La vigilancia por drones y la tecnología militar nos permiten observar la hambruna en tiempo real, mientras los alimentos se acumulan en las fronteras sin podérseles ingresar. Más allá de las condiciones materiales, el genocidio es prevenible por decisión política; su caracterización trasciende los criterios técnicos y se topa con intereses geopolíticos que determinan si se nombra o se silencia.
En ambos, el proceso de tipificación estorba la acción y silencia la indignación. Por lo pronto, formalizar la hambruna permitirá activar mecanismos de respuesta e intensificará la presión diplomática. Más que un acto técnico, representa un grito profundo frente a una tragedia que no puede ser ignorada.
Sobre la autora
Ana María Vázquez Rodríguez, es Doctora en Bienestar Social por ITESO-Boston College con maestrías en Comunicación y Relaciones Internacionales y profesora de Relaciones Internacionales del ITESO. Actualmente se desempeña como Directora de Investigación y Posgrado del ITESO y es integrante ciudadana del Consejo Ciudadano de Seguridad de Jalisco. Su trabajo académico se enfoca en los efectos de la narcoviolencia en las emociones y movilización colectiva en México, con líneas sobre el uso político de las emociones en sociedades con conflictos y violencia crónica, y el bienestar subjetivo e inseguridad.