Las costas del Puerto Libertad, ubicadas en el estado de Sonora, son el potencial escenario del Proyecto Saguaro, una construcción que representa una de las iniciativas de infraestructura energética más ambiciosas en México.
El proyecto es ompulsado por la empresa Mexico Pacific Limited y con financiamiento de Quantum Capital Group, el plan contempla una planta de licuefacción de gas natural. Para abastecerla, un gasoducto de 800 kilómetros transportaría gas extraído desde Texas mediante fracking, una técnica que utiliza inyecciones de fluidos a alta presión para liberar hidrocarburos. Recorrería los estados de Chihuahua y Sonora hasta llegar al Golfo de California, donde el gas sería licuado y transportado en buques metaneros de gran calado hacia mercados del continente de Asia.
De una promesa de inversión a una amenaza ambiental
A pesar de la promesa de atraer una inversión extranjera de 15 mil millones de dólares, su construcción no solo implicaría la fragmentación de ecosistemas terrestres, sino que también podría tener efectos devastadores sobre la biodiversidad marina del Golfo de California, conocido como el «Acuario del Mundo» y designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 20025.
Entre las preocupaciones centrales está el impacto a las zonas de reproducción y crianza de las ballenas. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, este ecosistema alberga a 900 especies de peces. Además, el 39% de los mamíferos marinos del mundo como la ballena jorobada, gris y azul residen en el océano de la Península de Baja California.
Por otra parte, el uso de fracking para la extracción del gas genera riesgos ambientales y de salud pública, tales como la contaminación del agua, emisiones de metano y afectaciones a comunidades cercanas. Actualmente, la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) ha detenido el desarrollo del proyecto debido a múltiples amparos legales en su contra.
Pablo Montaño, la voz de la resistencia climática
En el epicentro de la atención ambiental, se encuentra Pablo Montaño Beckmann, politólogo egresado del ITESO y maestro en Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable por la University College London (UCL). Como coordinador de la organización Conexiones Climáticas, Montaño se ha dedicado a la comunicación de la crisis medioambiental y la movilización social en defensa del planeta. Su trayectoria ha sido reconocida con el Premio Wayfinder 2023 de la Sociedad National Geographic.
A través de su trabajo en Conexiones Climáticas y la campaña «Ballenas o gas», Montaño ha impulsado acciones de concienciación y recolección de firmas para frenar el avance del megaproyecto. En esta entrevista, Montaño comparte su visión sobre el papel de la sociedad civil en la defensa ambiental y la urgencia de actuar frente a la crisis climática.
¿Cómo impactaría a la economía de México y a su biodiversidad?
El proyecto se presenta con promesas de inversión extranjera, lo que intentan vender como una buena noticia para la economía mexicana. Sin embargo, esto es falso. En realidad, el impacto sería negativo. El Puerto de Libertad dejaría de ser un puerto de vocación pesquera, ya que estas plantas de licuefacción desplazan a esta actividad.
Cabe destacar que estas plantas no se permiten en la costa oeste de Estados Unidos debido a su alto impacto ambiental, razón por la cual serían un riesgo para México. Hay testimonios de pescadores en Luisiana que, tras la instalación de un proyecto similar, perdieron hasta el 90% de su capacidad de pesca. Hay que recordar que del Golfo de California proviene la mitad del producto pesquero del país. Atentar con las condiciones ecológicas de ese espacio, tendrá unas implicaciones mucho más grandes que cualquier beneficio económico.
En esta guerra de aranceles, ¿podría el poder Ejecutivo usar como moneda de cambio la terminación del gasoducto y la terminal de licuefacción?
El proyecto Saguaro enfrenta un escenario aún más inestable. Sin embargo, no está claro hasta qué punto la presidenta de la república podría utilizar esto como moneda de cambio. Estamos hablando de un proyecto que tiene una magnitud considerable y que requeriría no solo de una responsabilidad, sino también de voluntad política para impedir que avance.
¿Por qué debería importarle el tema a alguien que no vive cerca de esos lugares?
Al final de cuentas, aunque no vivas cerca del Golfo de California, este proyecto tendría implicaciones gigantescas en términos climáticos. Más allá del territorio, estamos hablando de un ecosistema, es decir, aunque no veas a las ballenas, sabes que existen, que está vivo el océano. No podemos continuar con la perdida de especies y la destrucción de ecosistemas y pretender que no nos afectan sus consecuencias.
¿Qué podemos hacer como ciudadanos para involucrarnos?
Hoy, el proyecto Saguaro aún no existe, no está construido todavía ni cuenta con un financiamiento asegurado. Eso nos abre una ventana de oportunidad para organizarnos, actuar y levantar la voz.
Creemos que la presión ciudadana será clave, y va a jugar un papel importante para manifestarle a los potenciales inversionistas que es una mala idea apostar por un proyecto que afecta a las ballenas en las aguas mexicanas. Actualmente en la plataforma AVAAZ está disponible la petición para cesar su ejecución. Ya se hizo una primera entrega de 215 mil firmas a la presidencia de la República, el objetivo es sumar a más personas, pues así será mayor el peso del argumento para exigir la cancelación de este megaproyecto.
¿Hay otros ejemplos de acción ciudadana que hayan detenidos proyectos así en México?
Hace un par de años, la presión ciudadana frenó la construcción de un puerto de mega cruceros en La Paz. La articulación surgió desde la comunidad y también alcanzó notoriedad mediática, así se logró que el proyecto fuera retirado. Hoy no hay un puerto de cruceros en La Paz, hay otras amenazas que persisten, pero sí se pueden frenar. De la misma manera, se han detenido autopistas, mineras y extracciones de árboles. Nuestros bosques, lagos y ríos, sobreviven gracias a las personas que los han defendido. Solo hay que mirar quiénes son estas personas y qué es lo que han hecho para inspirarnos.
¿Qué te inspiró a convertirte en vocero de conservación del patrimonio ecológico?
No tenemos tiempo de mantenernos en los linderos, ni podemos darnos el lujo de que no nos importe lo que ocurre con la vida en este planeta y en nuestro país en particular. Personalmente no me puedo dar el lujo de no involucrarme con lo que ya sé y con lo que ya entiendo.
Todos tenemos capacidades y herramientas que podemos poner al servicio de esta causa.
Frente a esta crisis medioambiental, muchas personas pueden sentirse abrumadas o sin esperanza. ¿Qué te motiva a seguir buscando un cambio posible de manera colectiva?
La posibilidad de entender que el futuro no está escrito. En realidad, tenemos todas las posibilidades de incidir en lo que pase y no pase. Aunque nos sintamos pequeños, cuando nos unimos, nos damos cuenta de que no somos tan diferentes.
Cuando nos articulamos y nos organizamos para levantar la voz, pintar un mural o hacer una movilización, nos damos cuenta de que tenemos la capacidad de incidir. Es normal sentir miedo o ansiedad, depende de nosotros decidir cómo respondemos a esa amenaza para hacerle frente.
Desde tu experiencia como activista, ¿qué les puedes decir a las generaciones más jóvenes para tener esperanza?
Invito a todo el estudiantado, a cualquier persona que tenga la motivación de organizarse, a hacerlo por medio de un colectivo, un grupo de amigos, y a que encuentren qué pueden aportar de manera conjunta. Cuando analizamos la situación ambiental y ecológica en la soledad, se siente abrumadora o aplastante. Pero cuando la dialogamos vemos que hay alternativas para participar. Hay posibilidades de alterar la situación y de no ser nada más espectadores. No solo contra este megaproyecto, sino también frente a muchas otras causas que requieren atención urgente.
Pensar en colectivo permite visibilizar los impactos del cambio climático y fomentar soluciones basadas en la conservación ambiental. Hasta la fecha de esta publicación, más de 280 mil personas han firmado la petición para frenar el Proyecto Saguaro, con la meta de alcanzar las 300 mil firmas. Aunque no hay una fecha límite para recabar firmas, la acción es urgente y relevante para la preservación de las ballenas y demás especies que habitan el Golfo de California.

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