Mireya Pasillas
Académica de la Escuela de Negocios del ITESO
En los últimos días, el tema de los aranceles ha vuelto a acaparar titulares y conversaciones. La posibilidad de que Estados Unidos imponga aranceles a las exportaciones mexicanas genera preocupación no solo entre empresarios y analistas, sino también entre trabajadores y consumidores, ya que una medida de este tipo podría tener consecuencias económicas de gran alcance. Pero ¿qué implica exactamente una política de esta naturaleza y por qué es tan relevante para México?
Los aranceles son impuestos que un país impone a las importaciones de otro, ya sea para proteger su industria local o como una forma de presión política. Cuando estos impuestos se utilizan como represalia mutua entre dos naciones, se habla de una «guerra de aranceles».
En la historia reciente, Estados Unidos ha recurrido a esta estrategia contra México en diversas ocasiones, particularmente en temas relacionados con la migración y disputas comerciales dentro del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Un ejemplo claro ocurrió en 2019, cuando el entonces presidente Donald Trump amenazó con imponer aranceles a todos los productos mexicanos si el gobierno de México no tomaba medidas más estrictas para frenar los flujos migratorios.
Sin embargo, esta no ha sido la única ocasión en la que Estados Unidos ha utilizado los aranceles como una herramienta de presión. En la década de 1980, el gobierno estadounidense impuso restricciones a las exportaciones de atún mexicano, argumentando preocupaciones ambientales.
En los años 90, los productores de tomate en Florida presionaron para aplicar aranceles a los tomates mexicanos, lo que derivó en varias negociaciones para evitar una escalada comercial.
Más recientemente, en 2018, el gobierno de Trump impuso aranceles al acero y al aluminio mexicano bajo el argumento de seguridad nacional, lo que llevó a represalias comerciales por parte de México. Estos antecedentes reflejan que los conflictos comerciales entre ambos países no son nuevos y que las tensiones pueden escalar rápidamente.

Ahora, con Trump nuevamente en la presidencia, las amenazas han resurgido, esta vez justificadas bajo el argumento de que México, Canadá y China han contribuido a la crisis del fentanilo en Estados Unidos. En particular, México ha sido señalado por supuestamente brindar protección a los cárteles del narcotráfico y por su acción insuficiente contra la migración.
El 1 de febrero, la Casa Blanca anunció aranceles del 25% a México y Canadá, así como un 10% adicional a China. Sin embargo, tras negociaciones en las que México acordó desplegar 10 mil elementos de la Guardia Nacional en la frontera, la medida quedó en pausa por un mes. Aunque esto otorga tiempo para seguir negociando, también prolonga la incertidumbre y la volatilidad en los mercados.
El impacto de un posible arancel sería significativo para México, ya que el 83% de sus exportaciones tienen como destino Estados Unidos. Los sectores más vulnerables incluyen la industria automotriz, el agroalimentario, la manufactura y la electrónica, así como textiles y calzado.
Un arancel encarecería los costos de exportación, afectando la competitividad de los productos mexicanos y reduciendo la demanda en el mercado estadounidense. Autos y autopartes, por ejemplo, se volverían más costosos para las empresas automotrices, mientras que productos como aguacates, tomates, cerveza y tequila podrían enfrentar una menor demanda. De igual forma, televisores, refrigeradores y otros productos ensamblados en México perderían atractivo si sus precios suben en Estados Unidos.

Más allá de las grandes empresas exportadoras, los efectos se sentirían en toda la economía mexicana. Muchos trabajadores y pequeños proveedores dependen de estas industrias, por lo que una caída en la producción significaría despidos y menor actividad económica. Además, el costo de vida en México podría aumentar, ya que las empresas trasladarían sus pérdidas a los consumidores nacionales.
Si México decidiera responder con aranceles propios, productos importados como maíz, trigo, lácteos y maquinaria podrían encarecerse aún más. Esto se agravaría si el peso se deprecia frente al dólar, encareciendo todas las importaciones y aumentando la inflación, lo que reduciría el poder adquisitivo de las familias mexicanas.
El impacto en el empleo también sería considerable. Industrias clave, como la automotriz y la manufacturera, podrían reducir su producción y recortar personal. En el sector agroalimentario, los agricultores y productores enfrentarían pérdidas si sus productos dejan de ser competitivos en el extranjero. Las pequeñas y medianas empresas (PYMES), que dependen de grandes cadenas de exportación, también sufrirían, ya que una caída en la producción afectaría sus contratos y estabilidad financiera.
Frente a este panorama, México debe prepararse para mitigar los efectos de una posible guerra comercial. Es fundamental exigir negociaciones comerciales que protejan los intereses nacionales y diversificar los mercados de exportación, fortaleciendo relaciones con la Unión Europea, Asia y América Latina.

A nivel individual, también hay medidas que los ciudadanos pueden tomar para protegerse de los efectos de los aranceles. Una de ellas es optar por productos nacionales en lugar de importados, lo que ayudaría a fortalecer la economía interna y reducir la dependencia del comercio exterior. También es recomendable mantener finanzas personales saludables, evitando deudas innecesarias y diversificando fuentes de ingreso ante posibles ajustes en el mercado laboral. En tiempos de incertidumbre económica, la planificación financiera y el consumo responsable pueden marcar la diferencia en la estabilidad de las familias.
Aunque en el corto plazo es más difícil adaptarse a cambios en el empleo, para quienes trabajan en sectores altamente expuestos al comercio exterior, como la manufactura de exportación, es conveniente prepararse con capacitación adicional o explorando oportunidades en industrias menos vulnerables a las fluctuaciones del comercio internacional.
Si bien la pausa en los aranceles ofrece una oportunidad para encontrar soluciones diplomáticas, el riesgo sigue latente. México debe actuar con estrategia y visión de largo plazo para evitar que una decisión de Estados Unidos deteriore su economía y el bienestar de su población.
Sobre la autora…
Mireya Pasillas es economista y maestra en políticas públicas financieras. Es profesora en la Escuela de Negocios del ITESO y coordina el Boletín de Análisis Económico.