Solidaridad es una palabra que proviene del latín soliditas, que significa sólido, unido, inseparable o incluso, con densidad. En 2020, el virus del COVID-19 se expandió rápidamente por todo el mundo, alterando de forma radical las dinámicas sociales ante las medidas impuestas como el aislamiento, distanciamiento social y obligándonos a mantener nuestros rostros ocultos detrás de mascarillas, con el objetivo de frenar el veloz contagio de la enfermedad y las miles de muertes que trajo consigo.
Barbara Prainsack, investigadora de la Universidad de Viena y conocedora de cómo el término solidaridad afecta en diversos ámbitos de la sociedad, se interesó por analizar este impacto en medio de un contexto de pandemia en el que una entidad invisible —como un virus— llegó a amenazar la solidez de nuestra vida diaria.
A partir de su iniciativa se creó un equipo de investigación conformado por investigadores de países como Portugal, Italia, Austria y Alemania. Su interés en el contexto de la pandemia era determinar por qué la gente desarrollaba actos a favor de la sociedad o no, entendiendo por solidaridad a la práctica que expresa la voluntad de apoyar a otros con los que reconocemos similitudes. En aquel momento, todo por medio de llamadas telefónicas o videollamadas.
El tiempo pasó. Lo que parecían sólo 15 días en casa, lejos de la escuela, el trabajo, la calle y las personas, se convirtieron en meses. Los investigadores participantes no sólo consideraron la oportunidad de monitorear a sus entrevistados cada cierto tiempo y lograr comparar sus perspectivas cada oleada, sino que también decidieron expandir el proyecto y conformar un equipo de 12 países latinoamericanos, entre los que estuvieron Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela.
«Buscamos entender cómo las personas responden a la crisis y cómo ha cambiado sus vidas, explorando qué medidas tomaban frente a la pandemia, cómo actuaban en relación con las políticas públicas de salud y más importante: ¿cómo se sentían?«, mencionó el investigador Christian Grimaldo, coordinador de la línea de investigación en Psicología Social y Cultural y colaborador en el proyecto «Solidaridad en tiempos de una pandemia: ¿qué hace la gente y por qué? Un estudio comparativo y longitudinal (Solpan+ Latinoamérica)».
En ambos equipos se percibió el cambio en el estado de ánimo de sus entrevistados a lo largo del tiempo. El optimismo, la esperanza y el espíritu optimista de las primeras semanas se transformó en soledad, una tristeza catártica y la pérdida. «Ninguno de nosotros esperaba que durara tanto«, compartió el investigador.
Una misma enfermedad se vivió distinto dependiendo del lugar. Incluso el concepto de solidaridad variaba de país en país. Mientras que Barbara Prainsack, desde el continente europeo, definía la solidaridad como un acto de empatía entre desconocidos, en México y otros países de la región, los actos solidarios y la preocupación por el otro se enfocaban en la familia. «Hay un afán en primero cuidar y proteger a mis seres más cercanos, con quienes tengo una afinidad afectiva preestablecida, y no necesariamente con desconocidos«, explica Grimaldo.
También se descubrió que en México existían preocupaciones distintas a las de la población europea. La incertidumbre era agravada por la falta de confianza en las autoridades gubernamentales y de salud. Se identificaron múltiples choques ideológicos que fueron parte de la construcción de «el otro» —amenazante, contagioso e irresponsable— así como el señalamiento a los antivacunas y a las personas que optaron por la medicina alternativa.
A partir de esta investigación se escribió un libro alrededor de «el otro riesgoso». El otro también es un otro vulnerable, cuyas condiciones previas a la pandemia le impidieron seguir medidas como el quedarse en casa y salir a trabajar a pesar del riesgo al contagio. «Era morir por COVID, o morir de hambre», subraya el investigador.
Actualmente, de los 12 países de América Latina que se integraron a este proyecto quedan siete: ¿Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador y México. Se busca continuar el monitoreo hasta el año 2027 e integrar más especialistas que se enfoquen en las diversas y múltiples cuestiones que se han desenvuelto hasta ahora.
El investigador del ITESO señaló que espera que en el futuro los resultados y la metodología de esta investigación puedan ser útiles para asimilar conflictos igual de inesperados y poder comprender de forma amplia los aspectos de la vida que se ven atravesados en un momento de crisis.