El 8 de marzo Día Internacional de la Mujer, mejor conocido en muchos países como el 8M, es un día que reconoce la larga y extenuante lucha de las mujeres por la igualdad de derechos, y que amplifica el grito de las exigencias que siguen sin cumplirse.
Es un día de suma importancia, especialmente en un país donde 10 mujeres al día son víctimas de feminicidio, en el que las mujeres dedican 2.5 veces más tiempo que los hombres a los cuidados y labores domésticas, donde la brecha salarial va del 12 al 21 por ciento y el mayor porcentaje de deserción escolar es en mujeres en condiciones de vulnerabilidad.
Aun en términos de representación en áreas de ciencia e investigación, según cifras del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología las desigualdades se profundizan mientras se escala de posición, en el Sistema Nacional de Investigadores el nivel III (los investigadores con mayor grado) está desproporcionadamente ocupado por hombres (76% del total). Sólo 24 de cada 100 son mujeres.
En el marco de este día, conversamos en entrevista con tres destacadas investigadoras del ITESO para conocer sus historias en sus trayectorias profesionales y personales para conocer quiénes son, qué hacen en su trabajo y en casa, y cómo balancean su vida y su carrera con los retos que conlleva ser mujer en México.
Con la imaginación en las estrellas
Gabriela Calvario Sánchez, investigadora del Departamento de Electrónica, Sistemas e Informática
Gabriela actualmente es la coordinadora del Programa de Investigación de su departamento, su formación es como Ingeniera en Computación y una apasionada de temas espaciales, madre, esposa, investigadora y profesora. En 1999 inició su trayectoria académica en la Universidad de Guadalajara, posteriormente trabajó ocho años en la Fundación Teletón en el área de sistemas, y luego como maestra de niños con discapacidad para que pudieran tener interacción con las computadoras.
Tras culminar sus estudios profesionales aplicó a una convocatoria del Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología de Jalisco, que convocaba a personas interesadas en hacer una maestría en el área de Ciencias del Espacio, pues se abriría una unidad de la Agencia Espacial Mexicana en Jalisco.
«Siempre he sido fan de las estrellas, del espacio, de las aeronaves. Hice trámites y yo fui la única mujer en obtener una de las diez becas. Siempre he estado en una carrera de hombres. No me ha causado conflicto, he tenido una muy buena relación con mis compañeros», afirma la investigadora.
Al momento de obtener la beca Gabriela estaba casada y era mamá de una niña de cinco años, el reto era grande pues su maestría tomaría lugar en España, «he tenido un excelente esposo, no le pedí permiso porque jamás he sido de pedir permisos, pero le dije que se abrió la oportunidad y que la iba a tomar, así que nos apoyamos y me fui», menciona orgullosa.
Gabriela estudió por casi dos años en la Universidad del País Vasco, en Bilbao, tiempo en el que su esposo cuidó de su hija en todo sentido, «se encargaba de cambiarla, llevarla, cuidarla. Mientras en España eran las tres de la tarde y aquí las siete de la mañana él me llamaba para enseñarme cómo la peinaba, fue un apoyo total».
Gracias a su excelente desempeño prolongó su estancia por cinco años más para continuar el doctorado. «Extendí mi investigación sobre imágenes de satélite multiespectrales para detectar problemas de recursos naturales». Su objetivo era observar desde los satélites cambios en los cuerpos de agua y hacer monitoreo en cultivos de agave.
En 2018 finalizó sus estudios doctorales con un cum laude en su tesis de investigación, regresó a México y se integró al ITESO como profesora de tiempo completo. «Siempre pensé en ser profesora, siempre fue mi visión. Me queda claro que se necesitan role models, que demuestren que las mujeres podemos ser profesoras y trabajar en «áreas de hombres», y la mejor manera de transmitir ese mensaje es siéndolo».
Asegura que ser docente ha cumplido todas sus expectativas, «desde que empecé la maestría hasta que terminé el doctorado estuve peleando por ser la profesora e investigadora que hoy soy. Me falta mucho, tengo que seguir aprendiendo, pero trabajo día a día para llegar a ser una de las mejores investigadoras».
La búsqueda del balance entre la vida personal y laboral no es sencilla, en especial para las mujeres que, como Gabriela, se desenvuelven en áreas tan competitivas, «como mujer una trabaja el doble porque tienes que demostrar que a pesar de todos esos paradigmas que aún existen tú sabes hacer tu trabajo y vas a cumplirlo». A pesar de ello, este esfuerzo le da grandes satisfacciones, ya que hoy colabora en proyectos de investigación con la Dirección General de Inteligencia Gubernamental.
Pero alejarse de los juicios ajenos para seguir sus sueños no fue sencillo, incluso gente muy cercana a ella insistía en catalogarla de egoísta, «me decían, yo no sé qué suceda con tu familia o tu matrimonio, y ahí te das cuenta de que te estás saliendo del paradigma que existe en México. Y sí da miedo, pero siempre me decía, ¿por qué no? ¿cuál es mi impedimento? ¿por qué no podemos ser una pareja así? Y lo intentamos, y mira, lo logramos».
Esta determinación y pasión por la investigación siempre ha caracterizado a Gabriela, quien recuerda cómo en la secundaria con tan solo 12 años se empeñó en estudiar computación, «me pusieron en el taller de secretariado, pero yo no estaba conforme así que busqué entre mis compañeros para ver quién me quería hacer el cambio». Fue ahí que comenzó su amor por las computadoras.
Además de su labor académica, Gabriela trabaja con la fundación Changemakers, en el que enseña a niñas de 12 a 17 años en la Rivera de Chapala; un trabajo que le ha dado una nueva visión del sentir general de las niñas pequeñas: «las chicas creen que no son suficientemente listas para tomar libros de matemáticas, física, química o cualquiera de las ciencias duras, pero el problema no es que no sean capaces, sino que tenemos una cultura en la educación que hace creer que esto es lo más difícil del mundo y las niñas se bloquean y dicen yo no puedo». Para la académica esta responsabilidad recae en gran medida en los profesores pues su enfoque no está en facilitar la enseñanza de las ciencias exactas, sino en desarrollar miedo hacia ellas, y enfatiza: «¿que cómo se pierde el miedo? Dando el primer paso».
Viajera de corazón
Mara Alejandra Cortés, investigadora del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano
Arquitecta por la Universidad Veracruzana —de donde es oriunda—, maestra en Prácticas Humanitarias y Desarrollo en la Universidad de Oxford Brookes, en Reino Unido, doctora en Ciudad, Territorio y Sustentabilidad por la Universidad de Guadalajara, Mara Alejandra descubrió y se enamoró del diseño urbano, comunitario y participativo.
Actualmente coordina la licenciatura de reciente creación en Diseño Urbano y Arquitectura del Paisaje, además es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1, representante de la universidad en el Consejo Consultivo del Instituto Jalisciense de la Vivienda y el Consejo Estatal de Ordenamiento Territorial, viajera y apasionada de la cultura asiática. Mara Alejandra tiene mucho que compartir.
Su gusto por la investigación surgió desde su infancia, «mi papá fue químico, investigador y fundador del Sistema Nacional de Investigadores, parte de su formación educativa tuvo gran impacto en mí. A pesar de ser un hombre muy ocupado siempre me dedicó tiempo de calidad. Fomentó en mí la curiosidad, la idea de que yo podía lograr lo que quisiera, aunque me fuera a costar un montón por ser mujer, ya que en este país formar parte del sistema no estaba tan fácil», comparte la académica.
Con el tiempo, la estrecha relación con su padre fue lo que la orilló a su actual plaza en ITESO. La investigadora narra que siempre contempló regresar a Inglaterra a realizar su doctorado, planes que cambiaron radicalmente cuando su padre enfermó, «decidí no tomar esa opción porque implicaba perderme cinco años de su vida, probablemente los últimos cinco años».
Cuando acudió a su entrevista en la universidad su padre ya se encontraba en el hospital, «pero él sabía, me deseó suerte y me dijo si te gusta, te quedas. Eso fue lo último que hablé con él». Al llegar, Alejandra se enamoró del campus y de «lo contenta que se ve la gente trabajando aquí». Saliendo de la entrevista ella y su esposo se dirigieron a Xalapa, directo al hospital, «no alcancé a regresar para verlo consciente. Perdí a mi papá dos días después».
Tras su llegada a Guadalajara en 2011, conoció a su esposo, con el que hoy comparte un gusto singular por la cultura asiática, «hemos tenido la suerte de viajar a Asia varias veces. Hemos ido a Tailandia, Japón, China; a mi esposo le gusta mucho comer entonces él investiga el tema de la cultura culinaria del lugar y a mí me gusta conocer la ciudad, a la gente, visitar los mercados, ir a las zonas donde está la vida para intentar salir de la visión del turista que solo va a los lugares importantes», agrega la investigadora antes de admitir que este gusto por lo asiático los llevó a completar su familia con Tambo y Tuna, sus dos perros Shiba Inu.
Con la llegada de la pandemia y las restricciones internacionales los viajes han quedado en pausa y ahora emplea su tiempo libre en actividades manuales como cursos de diseño de calzado artesanal, velas con cera de abeja, entre otras, «siempre me han gustado las cosas manuales porque me ayudan a concentrarme en el aquí y en el ahora», comparte.
Finalmente, menciona que para distraerse suele leer cosas relacionadas con el trabajo, en especial artículos académicos, pues «solo en vacaciones hay tiempo de agarrar una novela». Esta falta de tiempo y las largas horas de tráfico la llevaron al consumo de audiolibros, «el que terminé hace poco hablaba de lo que pasa en el cerebro con los distintos tipos de relaciones amorosas», finaliza la investigadora, quien fue la comisionada para viajar a Polonia en abril para estrechar algunos de los convenios para la licenciatura y los posgrados del ITESO.
Pensar más allá del derecho
Ilsse Carolina Torres, investigadora en el Departamento de Estudios Sociopolíticos y Jurídicos
Ilse estudió Derecho en su natal Guanajuato y un posgrado en Filosofía del Derecho en la Universidad de Alicante, en España. Actualmente es coordinadora de la maestría en Derecho Constitucional y Argumentación Jurídica.
«Los caminos para dedicarte a la investigación son distintos, en mi caso siempre estuve enfocada en que quería dedicarme a la investigación y a la docencia», apunta. Sus principales líneas de investigación tocan temas de castigo, justicia penal y la cárcel como institución, desde las que busca construir una argumentación sobre ciertas decisiones, «si vamos a tener una institución como la cárcel, con qué razones vamos a sustentar que eso es adecuado». Ilse menciona que parte de su trabajo tiene que ver con temas que necesitan repensarse en el ámbito jurídico, «para tener profesionales del derecho que sean menos formalistas, que puedan tener más presente los problemas de la realidad y no solo cuáles son las leyes aplicables».
La investigadora forma parte de un proyecto llamado InsideOut Prision Exchange, que consiste en generar diálogo entre los internos de una prisión y estudiantes del ITESO. Admite que antes de este proyecto solía ocuparse de cuestiones más abstractas, hasta que se dio cuenta de que las preguntas importantes eran otras, «¿qué está pasando a raíz de tener una institución como esta? En pleno siglo XXI con todos los avances que ha habido en derechos humanos, ¿cómo justificamos que haya una institución que tiene de rasgo característico el infligir dolor a otras personas?», reflexiona.
Para la académica el derecho es una práctica social, no un conjunto de normas. Un instrumento que puede servir para la transformación social, lo cual encaja muy bien con los valores y principios del ITESO. «Siento que todo lo que hago aquí tiene una finalidad muy clara. Permite que haya una congruencia entre quién soy y el trabajo que realizo», comparte.
Para alguien tan involucrada en su trabajo puede ser difícil desconectar la mente, por eso Ilse disfruta pasar su tiempo libre leyendo obras de literatura, antropología e historia, «hace poco terminé de leer toda la saga de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, me gusta mucho ese tipo de literatura universal que es densa, que te lleva a pensar mucho en cuestiones filosóficas», platica.
Y menciona que, aunque en Jalisco los espacios públicos agradables para caminar se reducen, disfruta mucho estar al aire libre y hacer senderismo, pues considera importante interactuar no solo con la naturaleza, sino con su barrio. Para esto también intenta transportarse andando a todos lados, «odio conducir, lo evito de todas las formas posibles», menciona. Este gusto por estar al aire libre hace que no disfrute de los centros comerciales ni consumir televisión, «me desespera la idea de estar sentada viendo algo por mucho tiempo, o irme a encerrar a un lugar».
Además de una investigadora reflexiva y capaz, Ilse se considera una mujer sensible y conciliadora con un gusto enorme por los animales, «vivo con mis dos gatos adoptados, Coco y Emilio, quienes son mis compañeros de vida».
A nivel personal afirma ser joven de edad, pero rica en experiencias, «me siento muy satisfecha de mi camino y de donde estoy, no siento que tenga nada que demostrar. Aspiro a mantener mi tranquilidad y que quienes me rodean y acompañan también tengan esas condiciones».
Aunque las tres historias son distintas, hay algo que las une, el deseo y la determinación de alcanzar metas que en esta realidad mexicana podrían parecer lejanas. Estas tres investigadoras son mucho más que su trabajo y su vida profesional, son lo que hacen en lo privado y en lo público, son sus decisiones, sus vivencias y sus errores. Y son solo tres ejemplos concretos del infinito mar de historias que las mujeres de hoy están trazando.