Viviendas que se adaptan: una propuesta para ciudades más humanas y sustentables 

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Mara Cortés, académica del ITESO, investiga cómo adaptar la vivienda y el entorno urbano para enfrentar crisis y desigualdades.

La pandemia de COVID-19 puso en evidencia las profundas desigualdades urbanas y cuestionó la manera en que habitamos nuestras ciudades. ¿Qué papel juega la vivienda y su entorno ante una crisis sanitaria de gran escala? ¿Cómo podemos construir barrios más resilientes y equitativos? Estas son algunas de las preguntas que guían la investigación liderada por la académica Mara Cortés Lara, coordinadora de la licenciatura en Diseño Urbano y Arquitectura del Paisaje del ITESO y experta en estudios urbanos, cuyo proyecto aborda el hábitat desde una perspectiva de distintas escalas, socialmente sensible y territorialmente informada. 

Más allá del diseño: una mirada urbana a la vivienda 

A diferencia de los enfoques tradicionales centrados en el diseño arquitectónico de las casas, Cortés Lara parte de una visión más amplia: entender la vivienda como parte de un sistema urbano. El proyecto examina tres niveles interrelacionados: la unidad habitacional, el conjunto o barrio, y la ciudad o área metropolitana. Desde esta perspectiva, la problemática habitacional no puede abordarse con soluciones únicas o estandarizadas. 

“La política de vivienda en México tiende a ser homogénea: un solo subsidio o programa para todos. Pero no todas las viviendas, familias o barrios requieren lo mismo. Hay que entender las particularidades del territorio para hacer propuestas diferenciadas y más efectivas”, afirma la investigadora. 

¿Qué es la resiliencia del hábitat? 

Uno de los ejes centrales del estudio es el concepto de “resiliencia del hábitat”, entendido como la capacidad de los entornos urbanos y habitacionales para adaptarse y transformarse frente a situaciones críticas como la pandemia. Esta resiliencia va más allá de la infraestructura física: implica considerar las redes de apoyo social, la configuración del barrio, la movilidad e incluso la salud mental de sus habitantes. 

“Durante la pandemia nos dimos cuenta de que no todos pudimos vivirla igual. Algunos tuvimos el privilegio de confinarnos, pero otros tuvieron que seguir trabajando. Esa desigualdad estructural marca cómo habitamos la ciudad y cómo nos afecta en contextos críticos”, señala Cortés Lara. 

La resiliencia, además, se vincula directamente con la sustentabilidad y con un enfoque integral de la seguridad urbana, que no solo contempla la violencia o el delito, sino también la posibilidad de vivir en un entorno sano, con acceso a servicios, espacios recreativos y condiciones dignas de habitabilidad. 

Investigar desde y para el territorio 

El equipo de investigación conformado por estudiantes de licenciatura, de maestría, y de doctorado por parte del ITESO utilizó una combinación de metodologías cualitativas y cuantitativas: desde el análisis de notas periodísticas y líneas del tiempo hasta entrevistas semiestructuradas con funcionarios y una amplia encuesta aplicada a más de mil personas en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Esta última se llevó a cabo a través de transectos, líneas de estudio que cruzan distintos municipios y permiten observar cómo las variables urbanas y sociales cambian según el territorio. 

Uno de los principales hallazgos fue la gran diversidad interna dentro del mismo municipio: barrios contiguos pueden tener realidades completamente distintas. “Aunque hablamos de una sola metrópoli, cada municipio actúa como una isla. No hay una política articulada entre ellos”, comenta la investigadora.

Hallazgos que apuntan al futuro 

Entre los resultados más relevantes de la investigación destacan: 

  • Transformaciones domésticas: Muchas personas adaptaron sus viviendas durante el confinamiento, y actividades como el trabajo o estudio remoto se integraron de forma más permanente en el uso del espacio. 
  • Acciones sustentables ciudadanas: En algunas zonas se observaron cambios en el uso del agua, la energía y la gestión de residuos, lo que demuestra que la sustentabilidad puede practicarse también desde lo existente, no solo en vivienda nueva. 
  • Revalorización del espacio público: La clausura de parques y áreas recreativas durante la pandemia evidenció su valor social. “Diseñar barrios con acceso a espacios públicos cercanos puede mitigar la inequidad urbana”, sostiene la investigadora. 
  • Dinamismo del mercado inmobiliario: Hubo un incremento en los precios de renta y transformaciones en las dinámicas de acceso a la vivienda. 
  • Contrastes en la movilidad: Mientras unos sectores aumentaron su dependencia del automóvil, otros enfrentaron mayores riesgos por depender del transporte público. 

Un proyecto en construcción 

Aunque la investigación aún está en marcha, sus primeros resultados ya permiten vislumbrar propuestas que podrían fortalecer la sustentabilidad y la resiliencia del hábitat en contextos postpandémicos y ante futuras crisis. El siguiente paso será desarrollar talleres participativos con autoridades y comunidades para construir estrategias viables y contextualizadas. 

“La pandemia fue un parteaguas. Nos mostró lo que falla, pero también lo que podría cambiar. Si aprendemos de esto, podemos empezar a construir ciudades más justas, más humanas y más preparadas para lo que venga”, concluye la investigadora.. 

Pensar el hábitat desde una perspectiva de múltiples escalas no solo amplía el análisis técnico y territorial, sino que también nos invita a cuestionar cómo habitamos, cómo construimos comunidad y qué futuro queremos diseñar en conjunto. Reconocer las capas que conforman nuestro entorno desde la vivienda hasta la ciudad nos obliga a imaginar soluciones integrales y sensibles, que no ignoren las desigualdades ni reproduzcan exclusiones.  

En un contexto urbano cada vez más tensionado por las crisis sociales, ambientales y económicas, volver a pensar el hábitat como un derecho y un proceso colectivo puede ser una forma de resistencia, pero también de esperanza.