Hoy 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, se reconoce y visibiliza la presencia de mujeres en la ciencia a lo largo de la historia, así como nos recuerda la importancia de impulsar el acceso y las participación plena e igualitaria.
Todavía existen muchas barreras y desafíos que obstaculizan a las mujeres para desenvolverse en los campos de la ciencia bajo la idea de que ciertas carreras no son espacios adecuados para ellas. Pero por este día cinco compañeras estudiantes de ingenierías nos cuentan lo contrario.
«Podemos desarrollarnos en cualquier ámbito»
Chantal Macías, estudiante de Ingeniería Química
Originaria de León, Guanajuato, Chantal su mudó a Guadalajara hace año y medio para estudiar la universidad.
Desde que estaba en la secundaria se dio cuenta que le interesaba conocer cómo funcionan y cómo se hacen las cosas, «siempre disfruté las clases de matemáticas, los procedimientos metódicos y exactos», platica. Cuando empezó a cursar química en la secundaria se dio cuenta de lo mucho que le apasionaba la materia al poder entender la composición de las cosas.
Al conversar sobre los retos de estar en una carrera donde predominan los hombres, Chantal reconoce que ha vivido su experiencia universitaria dentro de cierto privilegio por la escuela en la que está, pero sabe que el estereotipo de que las ingenierías son carreras para hombres está constantemente presente.
«En ciertas situaciones siento que es mis opiniones no son validadas como las de mis compañeros. Incluso es complicado expresarme sobre temas de los que tengo conocimiento porque siempre surge ese cuestionamiento de si realmente sé de lo que hablo», comparte.
La situación que la futura ingeniera vive con más regularidad entre compañeros es el mansplaining —explicar algo a alguien, especialmente un hombre a una mujer, de una manera condescendiente o paternalista—. «Se asume de inmediato que yo no sé de qué están hablando y tienen que explicarse, cuando en realidad en muchas circunstancias tratan de explicar cosas básicas que claramente conozco», agrega.
La estudiante considera que representar un nuevo ideal de mujer estudiante y profesionista rompe los viejos estereotipos de género, «se rompe con la idea de que las mujeres debemos ser delicadas y enfocarnos sólo en ámbitos más ‘femeninos’, cuando en realidad podemos desarrollarnos en cualquier ámbito», sostiene.
Chantal también disfruta mucho el deporte, tiene nueve años jugando futbol y ahora es parte del equipo representativo del ITESO. En general disfruta de ver y practicar actividades que la mantengan activa, jugar cartas y juegos de mesa, visitar restaurantes que la hagan probar cosas nuevas y en su gusto por la literatura de ciencia ficción hay un lugar especial para Harry Potter.
Sin temor a las matemáticas
Mariana de la Mora, estudiante de Ingeniería en Biotecnología
Mariana de la Mora está en su séptimo semestre de ingeniería, un dato curioso es que nunca tuvo especial interés por las ciencias exactas. «Odiaba las matemáticas, nunca me pude aprender las tablas de multiplicar», dice entre risas. Admite haber huido de los números muchos años hasta que encontró la carrera que hoy estudia.
Platica que por mucho tiempo estuvo segura de querer estudiar algo relacionado con biología o medio ambiente. Por eso, al terminar la preparatoria presentó el examen de medicina en la UdeG, y que hoy agradece no haber pasado pues se dio cuenta que en realidad quería buscar otro camino.
La sensibilidad que requiere la biotecnología siempre llamó su atención, pero tuvo que cambiar su forma de ver y entender las matemáticas para poder enfrentarse a los retos de la carrera, «ahora también disfruto mucho la parte de la ingeniería. Sí tienes que cambiar la forma en la que piensas, de cierto modo. Yo siento que me hice compa de las matemáticas, ¿sabes? Ya les entiendo, ya no les tengo miedo».
Hoy Mariana sueña con ser investigadora, le interesa la genética y la biología molecular, «me vuela la cabeza todo eso y me gustaría que la tirada a largo plazo fuera por ahí. También de chiquita decía que quería ganar un Nobel «, admite.
Al hacer retrospectiva se da cuenta que, aunque las ingenierías solían pensarse como carreras para hombres, en biotecnología la mayoría de las estudiantes son mujeres, y en su experiencia, el trato de profesores hacia compañeros y compañeras se ha mantenido equitativo.
Pero la ciencia no es lo único que le interesa a Mariana, el deporte y el arte también son parte importante de su día a día. Desde pequeña andaba en patineta, pasatiempo que retomó hace poco y que combina con su gusto por el ciclismo y el senderismo, que su vez, la ayuda a conectar con la naturaleza. Por eso, la futura ingeniera se inscribió este semestre en el programa Explora ITESO y confiesa estar «súper emocionada».
Apasionada por su carrera
Ana María Anaya García, estudiante de Ingeniería en Sistemas Computacionales
Ana María está en su cuarto semestre de Ingeniería en Sistemas Computacionales. Originaria de Tampico, Tamaulipas, se mudó a Guadalajara apenas un semestre atrás para, al fin, experimentar la vida universitaria que la pandemia había limitado.
Emocionada de estar aquí, estudiando lo que le gusta y disfrutando del campus, en el que pasa gran parte de su tiempo, ya que entrena en el equipo representativo de voleibol cinco días a la semana.
Su capacidad de organización le ha servido de mucho, pues cuenta que siempre le ha ido bien en la escuela, especialmente en matemáticas. «Al principio no era como que me gustaran, simplemente se me daban y ya», pero luego de participar en la Olimpiada de Matemáticas en Tamaulipas y llegar a las regionales se dio cuenta de que realmente las disfrutaba, por lo que siguió participando en concursos hasta ganar el tercer lugar estatal en primero de secundaria.
Aunque en sus dos últimos semestres de preparatoria estuvo en el bloque físico-matemático, Ana María aún dudada entre estudiar medicina o alguna ingeniería. En su último semestre, reconoció que su atracción por la medicina estaba en el reto que representaba estudiar la carrera «más difícil» y el respeto que obtienen los doctores, «mi interés era eso más que de verdad me interesara. En cambio, las matemáticas siempre me han gustado, podría hacerlas sola sin que nadie me vea o reconozca y de todos modos las disfrutaría».
Entre sus opciones estaban Ingeniería en Ciencia de Datos e Ingeniería Financiera, pero finalmente optó por Sistemas Computacionales. «Me decidí porque es una carrera que abarca más. Ahora tengo una vista más amplia y puedo estudiar más temas, tengo más materias y mis profesores son variados. Me llaman los temas de encriptación y aplicaciones para bancos, inteligencia artificial», relata.
Aunque tiene varias compañeras mujeres, Ana María reconoce que el número de hombres en la carrera sí es más alto. Y admite que, partiendo de cómo se comunican o imparten clase, algunos profesores sostienen cierta camaradería con sus compañeros.
Platica que sí ha sentido una distinción, aunque no en cuestión académica, «no es como que a ellos los califiquen mejor que a mí, sino en la relación que hay entre los profesores y los hombres. Son más llevados con ellos y eso mismo hace que mis compañeros tengan más confianza para hacer preguntas, a mí me cuesta un poco más. Pero nunca he sido callada o tímida, así que eso no me detiene», agrega decidida.
Entre los retos más grandes de estar en una carrera donde predominan los hombres, Ana María menciona la competitividad entre compañeros, y lo complicado que a veces resulta pedir ayuda o trabajar en equipo. Pero reitera que eso no la frena de seguir aprendiendo, pues su carrera realmente le apasiona.
El laboratorio, su hogar
Julia Reynada, estudiante de Ingeniería en Biotecnología
Julia está en su octavo semestre de Ingeniería en Biotecnología. Luego de tres semestres estudiando Ingeniería en Electrónica y de un cambio de dirección drástico, la futura ingeniera está por terminar una carrera que realmente le apasiona.
«Me gusta entender cómo funcionamos en chiquito. Siempre he creído que hay un patrón que relaciona lo pequeño y lo grande. Cuando estaba en la otra carrera tenía amigos en clases de tronco común que estaban en biotecnología, y al presentar y hablar de sus temas yo sentía que quería hacer eso», comenta entusiasmada y agrega, «yo sabía que quería estar en un laboratorio analizando cosas bajo el microscopio, creciendo cultivos y cosas así».
Sobre desafiar estereotipos de género, Julia percibe un balance entre hombres y mujeres en Biotecnología, «pero en Electrónica sentí un ambiente diferente. Sí eran muchos más hombres y el reto más grande era que te tomaran en serio», agrega.
La futura ingeniera recuerda que la convivencia con los compañeros no siempre fue sencilla, «te trataban muy diferente en términos de conocimiento, hacían mansplaining todo el tiempo y si te vestías de tal forma te tomaban menos enserio, pero si te cubrías un poco más ni te pelaban. Te sentías como un objeto sin valor, como si mi presencia ahí contara por mi cuerpo. Cuando hacíamos prácticas el profesor se dirigía a mi compañero y nunca a mí», comenta.
Hoy, a poco de graduarse de una carrera donde se siente cómoda e interesada, Julia hace tiempo para otro tipo de actividades como la música, «estoy aprendiendo piano y ya no me considero principiante, creo que soy una principiante avanzada», agrega entre risas.
Ciencia antes que apariencia
Astrid Vázquez, estudiante de Ingeniería en Biotecnología
Originaria de Lázaro Cárdenas, creció entre libros de fantasía y ciencia ficción con los que comenzó su interés por las modificaciones genéticas y asombrarse del funcionamiento de las células y sus procesos bioquímicos.
Eligió esta carrera por las muchas aplicaciones que tiene y el cómo ayudan a la resolución de grandes problemáticas actuales, desde hacer un proceso más eficiente hasta crear una vacuna en poco tiempo.
Sobre su experiencia en la universidad, Astrid platica entre risas que recuerda haber visto y escuchado sobre mujeres que «no cuidan» su apariencia, lo cual considera que no tiene nada de cierto y mucho menos algo que ver con el potencial profesional, y agrega, «en realidad no importa, si decido maquillarme o depilarme las cejas o no, creo que debemos sentirnos cómodas y no actuar presionadas por lo que el resto del mundo espera que seamos».
Fuera de la escuela Astrid sale a conocer nuevos restaurantes y parques mientras busca planes que la saquen de la rutina. La futura ingeniera pasa sus ratos libres dibujando, también intenta aprender recetas de cocina, hacer crochet y escribir poesía.
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Estas cinco historias son testimonios de que las mujeres son capaces de desarrollar su potencial en todos los espacios, sin importar las dificultades y barreras preexistentes.
Aun cuando en nuestra universidad la relación entre hombres y mujeres estudiantes de licenciatura es equitativa —4,630 mujeres y 4,598 hombres — de las siete carreras con mayor índice de masculinización, cinco son ingenierías.
Hoy el compromiso es mantener los caminos abiertos para que más niñas y jóvenes exploren nuevos horizontes, se desarrollen como profesionales de la ciencia y con capacidades de convertirse en agentes de cambios para la sociedad.
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