Innovaciones para el beneficio de la sociedad  

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A lo largo de la historia, la humanidad ha transformado su forma de vivir gracias a la innovación. Desde herramientas de piedra hasta criptomonedas, cada avance responde a una necesidad o idea de la vida cotidiana.

Por Saray Bucio-Mendoza y José Alberto Solis-Navarrete

¿Te has preguntado cómo cambian las sociedades? ¿Por qué dejamos de vivir en cuevas para construir ciudades o cómo pasamos del trueque a las criptomonedas? Lo cierto es que, a lo largo del tiempo, la humanidad ha cambiado continuamente su manera de vivir, y muchos de esos cambios han ocurrido gracias a la innovación. 

La historia de la humanidad puede contarse también como una historia de innovaciones. Desde el uso de herramientas de piedra hasta los teléfonos inteligentes, cada avance ha modificado nuestra forma de trabajar, movernos, comunicarnos o convivir. A veces, sin darnos cuenta, esas innovaciones están tan presentes en nuestra vida cotidiana que parecen parte natural de ella. Pero detrás de cada una hubo una necesidad, un reto, una oportunidad o una idea que lo hizo posible. 

¿Qué es la innovación? 

Innovar implica introducir un producto, proceso o servicio, ya sea nuevo o mejorado que resuelva un problema o satisfaga una necesidad; también puede tratarse de una manera diferente de hacer las cosas o una nueva forma de organización. Las innovaciones pueden originarse desde el conocimiento científico, o también surgir del conocimiento basado en la experiencia, es decir, del conocimiento empírico. 

Algunas innovaciones se generan con un propósito comercial, buscan ofrecer algo novedoso a cambio de una ganancia económica. A estas se les conoce como innovaciones de negocio. Otras tienen como objetivo mejorar las condiciones de vida o generar cambios sociales positivos, sin esperar un beneficio económico directo. Esas son las innovaciones sociales. Ambas pueden coexistir y ser complementarias, teniendo motivaciones y efectos distintos.

Innovaciones a lo largo de la historia 

Las innovaciones han transformado positivamente nuestras vidas. El transporte es un ejemplo al pasar de caminar grandes distancias a utilizar trenes, automóviles, aviones y, recientemente, vehículos eléctricos y autónomos. Así, se ha facilitado la movilidad y conectividad entre personas y territorios que anteriormente parecían algo complicado. 

La vivienda es también otro ejemplo: pasamos de vivir en cuevas a hogares inteligentes donde las tareas domésticas consumían buena parte del día; hoy, gracias a los electrodomésticos y asistentes automatizados, muchas personas pueden destinar su tiempo a otras actividades. 

Otro cambio relevante ha sido en el sistema de cuidados. Tradicionalmente y de manera estereotipada, las tareas del hogar y el cuidado de las personas recaían en las mujeres, limitando su desarrollo profesional y personal. Por lo que la creación de guarderías, el reconocimiento legal del trabajo de cuidados y la promoción de la corresponsabilidad entre hombres y mujeres son ejemplos de innovaciones sociales que buscan una distribución más justa de estas responsabilidades. 

Derechos que hoy vemos como naturales 

Existen innovaciones que ahora consideramos derechos adquiridos, pero que hace apenas unas décadas eran impensables. La existencia de sindicatos, por ejemplo, permitió a las personas trabajadoras organizarse para exigir condiciones laborales dignas. La educación gratuita y la atención médica pública también son fruto de luchas colectivas y procesos de innovación institucional que transformaron el acceso a derechos básicos. 

Estos avances no ocurrieron por casualidad. Detrás de cada uno hubo procesos complejos de aprendizaje, cooperación y aplicación del conocimiento. La innovación rara vez es obra de una sola persona; suele ser resultado de redes de colaboración entre distintos sectores: academia, gobierno, sociedad civil, comunidades locales, empresas. 

¿Todas las innovaciones son buenas? 

Aunque el término “innovación” suele tener una connotación positiva, no todas sus aplicaciones lo son. Algunas innovaciones han tenido consecuencias negativas para la sociedad o el medio ambiente. La producción de armas de destrucción masiva, el uso de pesticidas altamente contaminantes o las prácticas insostenibles en la industria de la moda, son ejemplos de innovaciones tecnológicas que, si bien aumentaron la productividad o la eficiencia, también generaron impactos adversos en la salud, la equidad o la sostenibilidad ambiental. 

En este sentido, es importante recordar que una innovación no es buena o mala en sí misma. Todo depende de su propósito, su forma de implementación y los efectos que produce. Hoy, más que nunca, debemos ser conscientes de las llamadas externalidades, es decir, los efectos colaterales que una innovación puede tener, más allá de su objetivo principal. Una innovación que mejora la eficiencia, pero agrava la desigualdad o daña irreversiblemente al planeta, difícilmente puede considerarse benéfica para la sociedad. 

Hacia innovaciones responsables 

Para enfrentar los retos más apremiantes de nuestra época como el cambio climático, la pobreza, la desigualdad o las crisis sanitarias, es necesario promover innovaciones que no solo sean técnicamente efectivas, sino también social y ambientalmente responsables. Esto implica pensar en innovaciones que respeten los derechos humanos, fomenten la igualdad y la equidad de género, preserven los ecosistemas y contribuyan a construir sociedades más justas y sostenibles. 

Para lograrlo, es fundamental plantear políticas públicas y marcos institucionales que incentiven estas prácticas. La institucionalización de la innovación social, es decir, su incorporación en las leyes, programas gubernamentales, y estructuras de apoyo pueden hacer la diferencia entre pequeños cambios aislados o locales y, un verdadero proceso de transformación estructural. 

Una nueva visión para innovar  

Innovar no debe ser un privilegio ni un fin en sí mismo, sino un medio para mejorar la vida de las personas y cuidar el planeta que habitamos. Para ello, necesitamos espacios que fomenten la creatividad, la colaboración y el compromiso ético con el bien común. 

Finalmente, las innovaciones que realmente benefician a la sociedad son aquellas que surgen de la empatía, el conocimiento compartido y la voluntad de generar cambios positivos sociales, ambientales y económicos de forma balanceada. 

Fuente: Tabla elaborada por Saray Bucio-Mendoza y José Alberto Solis-Navarrete. Diseño: Rogelio Delgado.
Para saber más

Bucio-Mendoza, S. y Solis-Navarrete, J. A. (2024). Institutionalising social innovation in the Global South. Heliyon. 10 (20), e39556  

Solis-Navarrete, J. A., Bucio-Mendoza, S., & Paneque-Gálvez, J. (2021). What is not social innovation. Technological Forecasting and Social Change. 173, 121190. 

Hinkelammert, F. y Mora, H. (2013). Economía, vida humana y bien común. Universidad Centroamericana ‘José Simeón Cañas’. 

Sobre los autores

Saray Bucio-Mendoza  es profesora de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo donde investiga temas relacionados con la innovación social e innovación de negocio.
saray.bucio@umich.mx 

José Alberto Solis-Navarrete es investigador del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde investiga la contribución de la innovación y las políticas públicas en el desarrollo territorial.
jsolis@ciga.unam.mx 

Agradecimiento

Agradacemos el apoyo de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación a través del proyecto CF-2023-I-1890 para la realización de este trabajo.