Tres generaciones de profesores

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Conectados por su pasión por la docencia, José Orozco, Marichu González Cosío y Odette Blanco entretejen una red de anécdotas que resalta la importancia que tienen los maestros en la vida de los estudiantes.

Fotografías: Roberto Ornelas

Además de compartir su pasión por la ingeniería química, José Orozco, Marichu González Cosío y Odette Blanco están conectados por un vínculo muy especial: la relación profesor-estudiante.

Entre ellos tres han sido el profesor de la profesora de la profesora. Es decir, José fue profesor de Marichu, quien a su vez fue profesora de Odette. Tres generaciones que ahora la vida y el ITESO han reunido como académicos del Departamento de Procesos Tecnológicos e Industriales.

En entrevista con los tres, tuvimos la oportunidad de escuchar la historia de cómo se conocieron en el salón de clases, recordar el origen de su vocación por la docencia y de aquello que los motiva a seguir al frente de grupos de estudiantes. Estas tres historias entretejen una red de anécdotas que subrayan la importancia de los maestros en nuestras vidas.

Donde todo comienza

José Orozco relata que comenzó a dar clases en el ITESO un año antes de egresar de la carrera en Ingeniería Química en 1986. En aquel entonces, en el campus solo existía la Cafetería Central, y los únicos edificios con salones eran el A, B y C. La biblioteca se encontraba en el edificio C y se podía cruzar el periférico a pie.


«José recuerda que lo contrataron como asistente de profesor, y en la primavera de ese año conoció a Marichu»


José recuerda que lo contrataron como asistente de profesor, y en la primavera de ese año conoció a Marichu en una clase de programación, cuando ella cursaba el segundo semestre de Ingeniería Química.

Por su parte, la experiencia de Marichu fue muy similar a la de José. Comenzó como asistente de profesora antes de terminar la carrera: “Javier Aguilera, que en paz descanse, me dijo que si lo podía ayudar con unas materias. Yo todavía era alumna y di mi primera clase en la primavera del 89 a los estudiantes que estaban en primer semestre”, recuerda.

Es hasta 2008 que Odette aparece en esta historia. En su primer semestre, José fue su profesor, quien entonces también coordinaba la carrera y terminó convirtiéndose en su padrino de generación. Un año después, Odette conoció a Marichu en la clase de Balances de Materia y Energía; después, Marichu volvió a ser su maestra en las materias de Operaciones Unitarias I y II.

“Marichu era todo un mito entre los estudiantes. Se decía que llegar a Balances con ella era el filtro para ver si te quedabas en la carrera”, cuenta Odette entre risas y nostalgia al hablar de su profesora, quien imponía con su enérgica personalidad desde el primer día y en quien ahora encuentra a una colega y amiga.

Tras egresar y trabajar en la industria, Odette se incorporó a la universidad como profesora de asignatura en 2022, cumpliendo así una de sus metas profesionales: “Aunque no lo visualizaba en mi plan de vida hasta los 40 y se adelantó a mis 31, me sentía feliz y realizada”, nos comparte.

Su primer día como profesora fue un martes, en una clase de las 7 a. m. Odette narra que se sentía entre nerviosa y emocionada. En aquel momento, el uso de cubrebocas era requisito indispensable, lo que añadía mayor complejidad para conectar con su grupo; sin embargo, eso no la desmotivaba: “Me sentía realizada de dar clases en mi alma mater”, expresa.

Vocación desde niños

Así como los tres profesores compartieron esa transición en su paso de ser estudiantes a profesores, algo más que los une es que su gusto por la enseñanza comenzó desde muy temprana edad.

“Estaba en tercero de secundaria y daba clases de matemáticas en una secundaria nocturna para obreros”, relata José. Por su parte, Marichu fue maestra de catecismo de sus hermanos menores: “Tenía como 10 o 12 años y como éramos muchos hermanos mi mamá me decía que les diera clases, entonces yo les organizaba la escuelita de verano”, cuenta. 

Para Odette la historia fue muy similar. En secundaria, sus compañeros le pedían ayuda para entender temas vistos en clase y pasar los exámenes. “Me gustó darme cuenta de que gracias a que pude explicarlo de cierta manera ellos me entendían y les ayudé a que no reprobaran”, detalla.

Los tres coinciden en que ninguno tomó la decisión consciente de convertirse en profesor, sino que, como afirma Marichu: “Fue algo que se dio naturalmente, fue como algo que la vida nos mostró y decidimos seguirlo porque lo disfrutamos”.

Retos de la docencia

Después de tantos años como profesores, José y Marichu comparten cómo han aprendido a observar y entender el lenguaje no verbal de sus estudiantes. En su mirada, la expresión en su rostro o su forma de caminar les dejan ver más de lo que sus alumnos creen.

Ambos profesores describen que notan una expresión en particular en la mirada de sus estudiantes cuando alcanzan un nuevo conocimiento, ese momento eureka. Esa conexión que sucede dentro de sus cabezas y se refleja en la expresión de sus rostros: “Instantes que hacen que todo valga la pena”, afirman.

Aunque se trata de momentos efímeros, estos son lo suficientemente valiosos como para sostenerse en el camino de la enseñanza durante momentos complejos, como los años de pandemia, o en situaciones de la vida en la que se han replanteado la decisión de continuar o no con su labor docente. 

“Yo creo que de las profesiones más difíciles es ser maestro. Nosotros cambiamos de jefe cada cuatro meses, porque cada grupo nuevo es un jefe diferente”, asiente Marichu.

Para estos profesores, un reto constante ha sido mantener la motivación en sus grupos. Una de las herramientas que los ayudan en su día a día ha sido encontrar ejemplos prácticos para encender entre sus estudiantes la curiosidad y ganas por saber más. Una de las frases que Marichu comparte constantemente con sus alumnos es: “Información sin aplicación no hay transformación”.

Después de tres décadas al frente de grupos, José y Marichu comparten los cambios que observan entre las generaciones que pasan, los avances tecnológicos y las nuevas herramientas computacionales. Ellos tampoco son los mismos que cuando comenzaron, pero una cosa se mantiene igual: el objetivo de crear ambientes propicios para el aprendizaje.

Maestros de vida

El aula, como la vida misma, es un escenario para el aprendizaje. No importa si son 30, 15 o dos años de experiencia en la docencia, los estudiantes siempre terminan por convertirse en maestros de vida.

Una lección compartida por estos tres profesores ha sido reconocerse como seres humanos falibles y que no lo saben todo. 

En definitiva, la labor docente no solo implica transmitir conocimientos, sino también aprender de las y los estudiantes. «Uno sí se equivoca, y reconocerlo te quita mucha presión,» dice José. «Lo que me han enseñado mis alumnos es que, al enseñar, no nos damos cuenta de que también los inspiramos,» agrega Odette, destacando la importancia de la humildad y la apertura al aprendizaje continuo en el camino de la docencia.