Numerosos estudios nos lo confirman: una buena razón por la cual la gente abandona las noticias es porque está cansada de leer sobre los problemas que asolan al mundo. No es que quieran rehuir una realidad innegable, generalizada y evidente, sino que tienen bastante con vivirla como para que, además, se les proponga que el relato de nuestros días está ocupado principalmente por esas historias. El periodismo lo sabe; la pregunta es qué puede hacer al respecto.
Desde hace unos años, entre las muchas preocupaciones que las y los periodistas comparten, va ganando importancia la apuesta por modificar nuestros relatos para proponer nuevas formas de entender la violencia más allá del miedo, la angustia y la sensación de derrota. El periodismo significó durante mucho tiempo comprometerse con una lógica de denuncia, alerta y advertencia. Hoy, en cambio, poco a poco muchas personas profesionales del periodismo intentan documentar la alternativa: cómo contribuimos a que ciudadanas y ciudadanos tengan información de calidad para tomar decisiones que nos permitan, a todas y todos, vivir en paz.
Ojo: los periodistas no construyen la paz; en todo caso, no más que cualquier otra persona. El periodismo consiste en observar, investigar, analizar y contar lo que es públicamente pertinente con la garantía de un innegociable estándar ético. Como dijo la periodista argentina Leila Guerriero en su visita reciente al ITESO, hace visibles las historias.
También en el ITESO, al inaugurar con el Foro Magis las Jornadas Universitarias por la Paz con Justicia, un desfile de profesionales volcados a pensar alternativas contra la violencia propuso síntesis urgentes de atender. Elizabeth Dalziel y Alejandra Xanic, periodistas egresadas de esta universidad, propusieron confiar en el periodismo como una herramienta para apoyar este objetivo común: «Lo que hacemos desde el periodismo es tratar que ustedes quieran, en lugar de irse a los reels de gatitos y a las miniseries, destinar vida, tiempo y pensamiento a ver lo que ocurre en nuestro mundo y en México».
Por supuesto que otro rasgo de la narrativa contemporánea en torno al periodismo parece su único marco: la violencia contra las y los periodistas. Los números sobre este problema en México son atroces. Pero en todo el mundo el periodismo ha devenido enemigo favorito de los gobiernos distinguidos por su autoritarismo: en 2021 dos profesionales, María Ressa de la Filipinas de Rodrigo Duterte y Dmitri Murátov de la Rusia de Vladimir Putin, recibieron el premio Nobel de la Paz por su trabajo en defensa de la libertad de expresión. Porque este derecho humano es uno de los primeros en venirse abajo cuando los poderosos deciden que nadie debe cuestionar sus agendas. Porque solemos olvidar que, si no la defendemos a diario, será monopolizada: Cuba, El Salvador, Nicaragua, Brasil… o México, ubicado en el lugar 143, de 180, del ranking de la libertad de prensa elaborado por Reporteros sin Fronteras.
¿Qué alternativas tenemos? Por fortuna, la respuesta es sencilla; por desgracia, el estado del mundo la desafía. Hay que hacer periodismo: producir información de utilidad pública, de calidad y transparencia suficientes para resistir cualquier cuestionamiento y mover a la confianza a favor de ciudadanas y ciudadanos. Cuando la gente confía en la sociedad en la que vive —porque, por ejemplo, tiene acceso a las historias que hablan de que la justicia es viable, la corrupción es castigada y las leyes tienen sentido—, colabora en la construcción de una convivencia estable en torno a instituciones fuertes. La verdad, hasta donde conseguimos construirla, es un camino hacia la paz.
El llamado a ser partícipe de algo tan grande como La Democracia puede parecer exagerado. Pero es que todas las historias bien contadas acerca de justicia, rendición de cuentas de parte del poder y convivencia cotidiana contribuyen a la paz que perseguimos. Lo hace la agencia CIMAC, pionera del periodismo con perspectiva de género en México, desde productos tan concretos como pensar la cobertura de noticias acerca de mujeres en la Ciudad de México. Lo hacen las y los colegas de la red Periodistas de a Pie, como define la mexicana Marcela Turati al proponer que pensemos en un «periodismo de lo posible» que contribuya a pensar soluciones. Y hablando de eso: la popularidad de lo que en inglés se llama periodismo de soluciones es una señal de consideración al respecto de que la gente agradece cuando en las noticias se les cuenta que los problemas tienen salida, que podemos aprender de quienes ya lo lograron y que, además, sus métodos de solución son la noticia.
A los periodistas no les corresponde construir la paz ni hacer justicia. Contar las historias de quienes pelean por ellas, en sus casas y sus barrios lo mismo que a escala internacional, es tarea suficiente. Con cada historia revelada de forma profesional, crecen las posibilidades de que una o muchas personas se interesen: que deseen informarse mejor sobre el estado del mundo, que decidan participar en su mejora, que asuman que vale la pena confiar en el futuro. Cada buena historia es, pues, un voto a favor de la paz.