El abrazo alterno

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‘La formación con perspectiva de género tiene que ver con escucharnos mutuamente todas y todos quienes conformamos la comunidad universitaria, para crear relaciones igualitarias que permitan comunicarnos de maneras más amables entre nosotras y nosotros y con los demás’.

Responder a la pregunta: ¿qué significa formar en perspectiva de género en la Universidad?, no es algo fácil, porque no existe una respuesta cerrada a manera de decálogo o una forma específica y única de asumir esta tarea. 

Formar en perspectiva de género implica más que una respuesta individual, es un compromiso colectivo, una construcción comunitaria que tiene como centro el diálogo abierto entre todas y todos; que supone la búsqueda de formas de convivencia más pacíficas y menos polarizadas. Como ha dicho Simone Weil en La persona y lo sagrado: «el ser humano no escapa a lo colectivo si no es elevándose por encima de lo personal para penetrar en lo impersonal»1  

En el ITESO, formar en perspectiva de género es un compromiso institucional que se impulsa en muchos departamentos, centros, oficinas  y grupos de trabajo en donde se buscan formas más igualitarias e incluyentes de convivencia donde una postura autorreflexiva es fundamental. 

En mi experiencia como docente he podido observar cómo la palabra género es motivo de todo tipo de confrontaciones, a menudo se vive desde la emocionalidad y, si bien el feminismo tiene qué ver con abrazar nuestras emociones y expresarlas con serenidad, no debe ser ocasión para dañar, violentar, ni socavar a ninguna persona. Implica —como nos lo señala nuestro Marco de Convivencia Igualitaria— actitudes, prácticas, posturas y conductas que fomenten la empatía, el cuidado, la solidaridad, el diálogo, el respeto, la apertura y la autocrítica. Añadiría también la necesidad de establecer límites universitarios muy claros que fomenten la construcción de espacios seguros y libres de violencia. 

La igualdad de género es un objetivo impostergable hoy en día, porque sabemos que las mujeres y personas de la diversidad históricamente han experimentado situaciones de mayor desigualdad, brechas cognitivas, económicas, políticas y socioculturales que varias organizaciones internacionales han denunciado como urgentes y necesarias de atender, es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel mundial.

Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo estima que para erradicar la brecha económica entre hombres y mujeres habrán de pasar al menos 200 años, lo cual parece desesperanzador, pero no implica que no debamos trabajar por erradicar éstas y otras muchas formas de violencia, desigualdades y discriminación. En México, el INEGI ha dado cuenta de que 23% del PIB es subsidiado por las mujeres, a razón de todo el trabajo no pagado: doméstico, de cuidados, de formación, etc.

Formar en perspectiva de género tiene que ver con escucharnos mutuamente todas y todos quienes conformamos la comunidad universitaria del ITESO, para crear y construir —siempre en conjunto— relaciones igualitarias que permitan comunicarnos de maneras más amables entre nosotras y nosotros y con los demás. Tiene una función pedagógica que trasciende las diferencias de género para crear e incorporar un conocimiento intersubjetivo mediante el cual compartamos estas formas más armoniosas, creativas y solidarias de vivir y convivir, que abracen las diversidades y eviten las confrontaciones estériles.

La formación en perspectiva de género también está relacionada con el modo ignaciano de proceder  y con una filosofía educativa con perspectiva social desde el amor, como lo señalan nuestras Orientaciones Fundamentales. Yo diría que también implica permitirnos sentir ternura, porque si bien en nombre del amor a veces se suele dañar, aun con la mejor intención, estoy segura de que no se daña a nadie por quien se sienta profunda ternura.

Si ser ignaciano significa dar más allá de sí mismo para trascender, buscar relaciones más fraternas y justas a través de «examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente, y de otras espirituales operaciones», entonces, formar en perspectiva de género, ¿no implicaría estar en el cuerpo de manera más noble y con una actitud no solo autocrítica, sino en constante autorreflexión? ¿No implica formas más suaves de relacionarnos con nuestro ser interior en primer lugar para luego ser consciente de cómo nos relacionamos en comunidad? 

Formar en perspectiva de género es, nada más y nada menos, una invitación sugerente a voltear a ver a nuestro corazón y abrazar a quienes suponen una forma diversa de coexistencia, al absolutamente Otro, como dijera Simone Weil. 

Notas al pie:
1  Weil, Simone. «La persona y lo sagrado.» Nombres 16 (2000).
ITESO. Espiritualidad ignaciana. Disponible en versión electrónica en: https://iteso.mx/web/general/detalle?group_id=3196430