«Eso que llaman amor es trabajo no pagado»: la economía feminista ante la desigualdad

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En los últimos años, el tema de economía feminista ha ganado terreno como un enfoque para mirar, entender y emprender acciones contra la desigualdad. Conoce a las profesoras que lo lideran, así como los proyectos, materias y actividades en torno.

La frase que titula este texto es de Silvia Federici, escritora, profesora y activista feminista italo-estadounidense, quien ha desarrollado su labor alrededor del trabajo reproductivo que hacen gratis las mujeres como la base sobre la que se sostiene el capitalismo.  

«Eso que llaman amor es trabajo no pago» abrevia la realidad de un sistema económico que existe gracias a la red de cuidados y tareas domésticas que realizan millones de mujeres día con día sin recibir pago alguno. 

Entendámoslo así: tener una casa limpia, comida hecha, ropa lavada y guardada, cuentas organizadas y alguien a cargo del cuidado de personas dependientes hace posible que los miembros de una familia puedan salir a trabajar para generar dinero. Sin lo uno no sería posible lo otro. 

«El éxito de este sistema económico está sustentado en el trabajo no visibilizado de las mujeres y esto ha generado condiciones de desigualdad, abriendo una brecha enorme para ellas», señala la profesora Paola Aldrete, quien añade, «le hemos dado valor a lo que se paga, pero todo lo demás que se necesita para llegar ahí no lo hemos valorado ni volteado a ver». 

Paola Aldrete junto a Mónica Morales y Josefina Robles lideran el tema de economía feminista dentro del ITESO. A partir de su trabajo como docentes de la Escuela de Negocios abren camino impulsando a que sus estudiantes conozcan, entiendan y reflexionen sobre los mecanismos económicos establecidos y lo desiguales que éstos pueden ser.

Desde hace algunos años, el tema de economía feminista ha ido ganando terreno dentro de la vida académica de la universidad. Hace siete años inició el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) de Economía Social y hace un año abrió la asignatura Economía Social —que incorpora la economía feminista— obligatoria para las carreras de Finanzas y Administración de Empresas y Emprendimiento. Para el resto de la universidad se puede tomar como clase optativa.

«Lo que queremos hacer a través de la economía feminista es visibilizar y hacernos conscientes de la desigualdad que se genera a partir de esa lógica», explican las profesoras.

En México, según datos del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), las mujeres dedican al trabajo doméstico y de cuidados no remunerados un promedio de 47.9 horas a la semana, mientras que los hombres dedican 16.5 horas en el mismo rubro.  

Sin embargo, incluso en los países más igualitarios son las mujeres quienes realizan más horas de labores domésticas, por lo tanto, son quienes tienen menos horas para su descanso o tiempo libre. 

«Las desigualdades se gestan desde el momento en que las mujeres deben escoger entre dos grandes caminos: se hacen cargo de manera exclusiva de sus hogares y familias y no reciben ingresos, o tienen un empleo que las lleva a trabajar dobles y triples jornadas para compensar», subrayan las académicas.

Proyectos en acción 

Como parte del programa PAP de Economía Social, se trabaja en colaboración con el programa Segunda Oportunidad de ONU Mujeres que se implementa en Jalisco con el apoyo de ProSociedad y Asociación Femenina Pro México, donde se acompaña a mujeres emprendedoras para fortalecer su independencia económica.

Por fuera del PAP, esta el trabajo conjunto con Yomol A’tel, un grupo de cooperativas y empresas de economía social y solidaria entre las que se ubica la iniciativa Capeltic-Nuestro Café.

«El conocimiento que las universitarias comparten es muy enriquecedor para las emprendedoras. Mientras que para ellas es significativo sentir que lo que aprenden en la escuela es valioso para otros, se sensibilizan ante la realidad que estas mujeres emprendedoras viven», detalla Mónica Morales, profesora del PAP. 

Hasta ahora, la mayoría las estudiantes involucradas han sido mujeres. Sin embargo, «la economía feminista no es de mujeres», afirman las profesoras.  

«La desigualdad afecta ambas partes, hombres y mujeres, pues cuando juegas un rol de proveedor en esta economía hegemónica, te pierdes del cuidado y no tienes opción. Para transformar estas condiciones estructurales necesitamos hacernos conscientes y generar proyectos, iniciativas y actividades», apunta Mónica.

Para las profesoras la importancia de introducir estos temas a la vida universitaria es la apertura para creer que otros mundos son posibles.

«Queremos que cuando nuestros estudiantes lleguen al campo laboral se atrevan a pensar cosas distintas desde donde les toque estar, ya sea desde una empresa o en sus propias familias. Es importante que en su paso por la universidad se lleven al menos la pregunta», finalizan.