Mujeres y violencia en comunidades indígenas

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Dianna Montoya, estudiante de la maestría en Derechos Humanos y Paz, trabaja con mujeres de la comunidad de San Andrés Cohamiata con el objetivo de prevenir la violencia desde los derechos humanos y la cosmovisión de los pueblos originarios.

Dianna Montoya estudia la maestría en Derechos Humanos y Paz, y como parte del desarrollo de su Trabajo de Obtención de Grado trabaja con la comunidad de San Andrés Cohamiata, en el municipio de Mezquitic, Jalisco, en un análisis sobre la violencia familiar hacia las mujeres wixaritari.   

Tras enfocarse en aspectos más teóricos como el marco jurídico, Dianna eligió una de las localidades con el mayor número de habitantes para realizar su trabajo de campo, enfocándose inicialmente en la observación e integración con las mujeres de la comunidad por medio de la convivencia e intercambio de saberes. Desde que terminó su licenciatura en Derecho, la joven se ha desarrollado profesionalmente en el derecho público. «Trabajé en la Comisión de Derechos Humanos y con el tiempo me especialicé en los temas de las mujeres indígenas», detalla la abogada a través de una llamada telefónica. Explica que, incluso en sus primeros trabajos, su objetivo siempre ha sido difundir temas sobre los derechos de las mujeres en distintas localidades indígenas: «más allá de solo estar en una institución mi interés es llevar la información hasta a las comunidades«.   

Dianna asegura que hablar la misma lengua que las mujeres wixaritari la ha ayudado a construir una relación basada en la confianza, «las mujeres que viven estas situaciones suelen ser tímidas y creo que la lengua que hablamos —el wixárika— ayudó mucho a entablar estas conversaciones desde el diálogo y la risa. Para las mujeres no es fácil platicar de estos temas y más allá de que sea difícil tampoco tienen con quién hablarlo», comparte.

Dianna Montoya trabaja con la comunidad wixárika de San Andrés Cohamiata.

De acuerdo con su investigación, existen muchas limitantes para que las mujeres indígenas no denuncien los actos de violencia familiar que enfrentan. «Ya sea por pena, porque son señaladas en la comunidad o porque en muchos casos ni se registran ni se resuelven, concluyen que no tiene caso denunciar. Tienen interiorizado que eso es lo que les toca vivir«, relata la estudiante de posgrado.

Otro de los retos importante que detectó fue la revictimización que sufren las mujeres al denunciar. De ahí la importancia de que cuenten con un lugar seguro para desahogarse, «platicar las ayuda a continuar con sus vidas en la comunidad», menciona.   

Para su análisis Dianna se enfocó en las causas de las violencias, no porque las desconozca, sino para definir cuál es la que más pondera. Llegó a la conclusión de que la mayoría de estas violencias ocurren en el ámbito familiar por problemas de alcoholismo. «Temas como la falta de empleo o de espacios recreativos no se atienden en las comunidades y es algo que también necesita trabajarse», agrega.   

Su análisis se ha enfocado en aterrizar los derechos humanos universales a la cosmovisión de las culturas indígenas. «Por eso mi enfoque es desde la interculturalidad. Ha habido muchos avances de protección que no están diseñados para atender las necesidades del contexto de los pueblos originarios. Mi intención es descubrir cómo podemos atender o prevenir estas violencias armonizando estos mecanismos y leyes con la visión de las comunidades utilizando todas estas herramientas que ya existen, pero aterrizándolas de acuerdo al contexto«, finaliza Dianna.