En México, la obesidad en adultos jóvenes de entre 18 y 24 años ha ido en aumento en los últimos años. Aunque por su edad suelen considerarse sanos, muchos ya presentan signos preocupantes como hipertensión, niveles elevados de glucosa y señales de inflamación en su organismo.
El consumo desordenado de alimentos, ayunos prolongados seguidos de cenas excesivas y una alta dependencia a la comida de las cafeterías o tienditas escolares son hábitos cada vez más frecuentes que ponen en riesgo su salud.
Frente a este panorama, un equipo de investigación conformado por investigadores del ITESO, la IBERO CDMX, la IBERO Tijuana y el Centro Universitario de Tonalá se ha propuesto responder una pregunta clave: ¿qué tiene que ver lo que comes con la inflamación del cuerpo, el estado de ánimo y las bacterias que viven en tu intestino, especialmente en jóvenes con obesidad?
La investigación, liderada por Karla Nuño Anguiano, investigadora del Departamento de Psicología, Educación y Salud del ITESO; tiene el objetivo de generar más conocimiento sobre la relación entre lo que comemos y la salud física y mental de jóvenes universitarios.
De acuerdo con Nuño Anguiano, especialista en nutrición y biotecnología en salud, la mayoría de las investigaciones sobre inflamación y alimentación se han hecho en adultos mayores; sin embargo, subraya la urgencia de enfocar la atención en las juventudes. En pilotajes previos, se realizaron pruebas con más de 200 estudiantes universitarios, donde encontraron que casi la mitad presentaba obesidad y varios mostraban niveles de glucosa cercanos al umbral de riesgo. “El entorno también influye: no es solo qué comen, sino cómo y dónde lo hacen”, apunta la investigadora.
¿Lo que comes te inflama?
La inflamación es una respuesta natural del cuerpo para protegerse ante amenazas como infecciones o lesiones. Pero cuando esta respuesta está siempre activa, puede convertirse en un problema silencioso que afecta la salud física y mental.
De acuerdo con la investigadora líder del proyecto, algunos alimentos —como refrescos, galletas, papitas, embutidos, pan blanco o jugos industrializados— pueden promover la producción de moléculas proinflamatorias en el cuerpo. Cuando comemos más de estos alimentos, bajan las bacterias buenas y suben las que no ayudan tanto, lo que desbalancea el intestino. A eso se le llama disbiosis.
Este desequilibrio puede aparecer por muchas razones: desde el uso de medicamentos, enfermedades o la genética, hasta factores sociales pero, sobre todo, por lo que comemos. Cuando el intestino está en desequilibrio, puede volverse más “permeable”, es decir, deja pasar bacterias o sustancias que no deberían llegar a la sangre. Esto puede afectar otras partes del cuerpo y causar problemas de salud.
La inflamación puede ser interna o externa. Por ejemplo, algunas señales visibles incluyen hinchazón en la cara o el abdomen, brotes de acné, ojeras inflamadas o piel opaca. A nivel interno, puede manifestarse como fatiga constante, niebla mental, digestión lenta, dolores articulares o alteraciones en el estado de ánimo.

Comida, cuerpo y mente: ¿cómo se conectan?
El estudio desarrollado por el ITESO, la IBERO Tijuana, IBERO CDMX y el Centro Universitario de Tonalá busca explorar cómo la inflamación crónica se vincula con trastornos de salud mental. “Cuando hay un desequilibrio en la microbiota y un estado inflamatorio persistente, esto puede afectar al sistema nervioso”, explica la investigadora Nuño Anguiano.
Aunque la relación entre inflamación, obesidad y salud mental comienza a ser estudiada, la investigación se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo y se requiere más evidencia para entender cómo los alimentos pueden influir en esta conexión.
El proyecto se plantea analizar señales que el cuerpo usa para mostrar inflamación a 170 jóvenes, hombres y mujeres, entre los 18 y 24 años diagnosticados con obesidad. Para el análisis se recogerán muestras de materia fecal para estudiar la composición de las bacterias intestinales y se aplicarán cuestionarios sobre hábitos alimentarios, actividad física y riesgo de depresión y ansiedad.
Para su realización, esta investigación fue beneficiaria de la primera edición de la Convocatoria de Investigación 2025 de la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL).
Sobre esta investigación
Responsable técnico: Dra. Karla Janette Nuño Anguiano (ITESO)
Equipo:
Dr. César Octavio Ramos García (Universidad de Guadalajara)
Dr. Edgar Jair Mendivil Rangel (lBERO CDMX)
Dra. Laura Patricia Arellano Gómez (ITESO)
Dra. Mildreth Alcaraz Mejía (ITESO)
Mtra. Roxana Elizabeth Ruiz Valenzuela (IBERO Tijuana)
Dra. Eugenia Morales Rivera (IBERO León)